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Alejandra Pizarnik: El lenguaje como cárcel

Sobre la poética de la escritora argentina y sus reflexiones sobre el lenguaje.

Ser y no ser biograficista son posturas incorrectas. Históricamente nos preguntamos si puede o no separarse al artista de la obra. Pareciera que hoy decimos que no, que no se puede. Entonces me animo a decir que Pizarnik, la mujer, Alejandra, se preocupaba por el lenguaje a niveles desgarradores y es esta preocupación la que atraviesa íntegramente su obra.


¿Qué puede y qué no se puede decir? En la poética de Pizarnik pareciera que aquello que no puede decirse no proviene, necesariamente, de una falencia personal del autor (a pesar de que ella enviaba cartas a sus amigues dolida por no dominar los tiempos verbales del español). Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda en 1936 y, como su familia era rusa, su castellano estaba lleno de otras cosas. Las falencias personales son un obstáculo minúsculo frente a la idea de que la lengua como sistema es deficiente. Y es esta la idea que a Alejandra la inquieta e impulsa: la lengua natal castra, decir equivale a mentir, porque nunca la palabra permite acceder a la cosa sin ser antes un re-paso. Las palabras constituyen una ausencia que es silencio, y este silencio es siempre también mensaje. Entonces, se habla sabiendo que nunca se dice lo que se quiere:


y nada es promesa entre lo decible que equivale a mentir (todo lo que se puede decir es mentira) el resto es silencio sólo que el silencio no existe


no las palabras no hacen el amor hacen la ausencia si digo agua ¿beberé? si digo pan ¿comeré?

Fragmento del poema “En esta noche, en este mundo”


Este límite que impone la lengua es el punto de cese de la misma, o el también llamado punto de poesía. Pizarnik explora diversas estrategias para empujar el límite de la lengua un poco más y “agarrar” sentido. En una primera etapa, su lírica está caracterizada por el uso del oxímoron, un vaivén entre opuestos que por contraste capten la esencia de la imagen. Es así como vida-muerte, muerte-infancia, luz-sombra son términos que se disponen siempre cerca, produciendo una dicotomía que pretende arrancar a las palabras de su uso habitual.

Hay una búsqueda por la resemantización. En esa primera etapa, la selección léxica se encuentra aún dentro de lo tradicionalmente considerado lírico. Más adelante en su producción la forma de empujar el punto de cese de la lengua será mediante la obscenidad, al incluir en el ámbito de la poesía términos que tradicionalmente no le competen, realizando lo que, en su libro Profanaciones, el crítico Giorgio Agamben reconoce como un “movimiento profanatorio” (llevar a un terreno sagrado, cristalizado en sus formas, elementos profanos).


Otro tema recurrente en la poesía de A.P. es el de la infancia, aparentemente añorada por permitir una cercanía con el mundo no mediada por el lenguaje. La naturaleza, la hierba, el jardín son elementos recurrentes que aparecen asociados a esa etapa vital y se vinculan con el origen, con lo auténtico –en tanto no simbólico-, con lo salvaje y lo animal.


Extraño desacostumbrarme

de la hora en que nací.

Extraño no ejercer más

oficio de recién llegada.

Fragmento del poema "Árbol de Diana"


Hay un movimiento doble que implica el ingreso al lenguaje y la incapacidad de abarcarlo completamente. Aquello que no puede decirse es a veces la muerte, a veces lo obsceno, muchas otras el silencio pero sobre todo la idea de identidad. La búsqueda es la de un yo que se encuentra desmenuzado, inasible por su dispersión. La identidad es una cárcel inabarcable con palabras.

alejandra alejandra

debajo estoy yo

alejandra

"Sólo un nombre"


La propia voz es mutante, el lugar de la enunciación se desdobla y fragmenta. El poema es una máquina que desciende y naufraga buscándose a sí mismo, dejando como única opción la de abrir el sentido de las palabras y que todo se diga con su sombra y cada sombra con su doble. El yo lírico pasa horas tratando de configurar lo que Alejandra llama su atroz materia verbal errante. (Recomendamos el poema: Sala 18)


Alma mía, pequeña inexistente,

decídete;

te las picas o te quedas,

pero no me toques así,

con pavura, con confusión,

o te vas o te las picas,

yo, por mi parte, no puedo más

Fragmento de "Sala de Piscopatología"


Hay un alma que es otra, una entidad rebelde y ajena que toca a un yo entre comas, que es tan solo una parte y esa parte se rinde. Ruega o amenaza, pide término a un vínculo porque ya se alejó demasiado en una soledad que teme a la ambigüedad del lenguaje. Es difícil entonces considerar que todas estas preocupaciones por el lenguaje fueran una ficción construida por un yo lírico y que no fueran también las de Alejandra. Sea como fuere, real o ficcional, su cacería por el sentido de la palabra nos ha dejado una vasta obra que explora las posibilidades del decir humano.




Por Melisa de Erausquin

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