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El futuro que acabó, llegó. ¿Y ahora, qué sigue?

La 58ª Exposición Internacional de Arte, conocida como la Biennale di Venezia, curada por Ralph Rugoff, trazó un recorrido visual, dividido en dos muestras, con obras de 79 artistas.

Los laberintos representan un estado de confusión; con varios caminos posibles y sin mostrar un sendero claro, es probable no hallar nunca la salida. Venecia es una ciudad laberinto: estrechos pasillos, calles y callecitas que desembocan en ningún lado; puentes, y puentecitos; olor a humedad y agua por doquier. Podrías estar viendo un mapa y jamás entender bien en qué calle te encontrás, a menos que sea un punto turístico como Plaza San Marco, Puente Rialto, entre otros. Cruzar la ciudad a pie para visitar la Bienal es casi como un juego entre bifurcaciones que pueden llevarte a lugares sin sentido. Y creo que esta edición del evento, bajo la curaduría del estadounidense Ralf Rugoff, tiene que ver un poco con ello.


La corporalidad de la Bienal se distribuye a lo largo de esta ciudad laberinto y nuclea dos exposiciones principales en Arsenale y Giardini. A su vez, cual constelación de estrellas, el mapa señala eventos paralelos y pabellones satélite con envíos internacionales que se distribuyen en los recovecos de la ciudad y contaminan de arte contemporáneo edificios y antiguos palacetes. Tan sólo Arsenale ofrece 78 propuestas de artistas, mientras Giardini 40, sumado a 30 pabellones de envíos internacionales dentro del predio, siendo así, la idea de poder recorrer por completo la amplia oferta se vuelve físicamente complejo. Lo cual, considero que no deja de producir sentido y responder a ciertas lógicas que estructuran al evento Bienal propiamente dicho. Es decir, en el sistema del arte contemporáneo las bienales ocupan un lugar clave dentro de los eventos transnacionales que construyen el sistema global del arte. Siendo una plataforma de exhibición internacional clave, con clara tendencia a discursos espectaculares y desbordantes, particularmente la de Venecia, la más antigua y prestigiosa, es toda una institución en sí misma. Por demás sólida, a pesar de ser una infraestructura temporal, que muta el discurso cada dos años.


Exhibición en Arsenale

Si bien es casi imposible vivenciar obra por obra dentro de la infinidad de artistas y países presentes en propuestas espaciales, si se puede establecer lo que articulan estas convivencias. Que, a su vez, se conciben reunidas porque construyen distintas -probables- respuestas al enunciado que las reúne, o al menos, sugiere que nosotrxs las pensemos. Entonces, el evento no sólo es espectacularidad vertiginosa que proyecta artistas al mercado, sino también una plataforma de pensamiento que propone a través del arte mirar desde cerca y atender al contexto histórico en el cual estamos subsumidos. Con la postura institucional de pensar el arte como una mera documentación de su propio tiempo: aceleración del cambio climático, desigualdad económica, neoliberalismo, memes, fake news, guerras, los tiempos de la post-veritá...probablemente, el fin del mundo.


Puede que vivas tiempos interesantes enuncia el título que estructura esta edición número 58 de la Bienal de Venecia. En palabras del director Paolo Baratta, la frase evoca tiempos difíciles e incluso, amenazantes. Pero, ¿Cuál es la amenaza?


“El futuro próximo en la escala de algunas pocas décadas, no sólo se vuelve imprevisible, sino también inimaginable por fuera del marco de la ficción científica o de las escatologías mesiánicas” ¿Hay un mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines por Deborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro

Vivimos un presente sin porvenir, y esa es la amenaza. Estamos en un proceso de transformación, de devenir y ante esa incertidumbre de cuál será la salida de este tiempo laberíntico, la bienal nos ofrece una propuesta curatorial que brinda, principalmente, un marco posible de narrativas - o fabulaciones míticas- que nos orientan para imaginarlo. Si bien la ciencia comenzó a separarse del mito hace casi tres mil años, Levi-Strauss había observado ya, que terminarían encontrándose nuevamente.

Como mencioné anteriormente las exposiciones principales se nuclean en Arsenale y Giardini, propuestas por el curador como preposición A y B respecto al May you Live Interesting Times. La dualidad será una eje curatorial clave, incluso dentro de las exhibiciones. En el caso de Arsenale, proposición A, el recorrido está contenido por grandes paneles de aglomerado que se alejan a la estética del cubo blanco. El contraste de los paneles con las paredes y columnas del histórico edificio tematizan la precariedad de una construcción, de algo inacabado. Los mismos configuran los espacios del salón, con grandes plantas abiertas y diversos cuartos dispuestos hacia los costados que encierran grandes instalaciones con obras audiovisuales. Marcando así, dos instancias sumamente distintas entre sí, una que ronda el universo de lo analógico y otra por completo lo digital. Siendo para el visitante experiencias corporalmente opuestas.


Ryoji Ikeda, Code-Verse, 2018.

En el caso de las obras audiovisuales, se produce un clima que borra de alguna manera, o mejor dicho, produce la ausencia del cuerpo del espectador. Totalmente pasivo y despersonalizado entre la oscuridad absoluta junto a las grandes, e incluso, en algunos casos, inmensas pantallas que soportan la proyección de las obras. Océanos de datos sonoros y visuales, información digital que revelan la sublime información científica que condiciona nuestra existencia y puebla nuestro ambiente. O una pasarela para circular entre los prados digitales que una mujer decidió proteger, escondiendolos en el futuro, que aparecen y desaparecen como una fantasía algorítmica. Es en las instalaciones Code-Verse, Ryoji Ikeda y This is the Future, Hito Steyrl donde la idea de lo inmersivo sumado a la hibridez del espectador con la pantalla se concretan. Sea para comprender el propio mundo natural (en el caso de Code-Verse) o lo que, probablemente, quede de él (This is the Future).


"This is the future" de Hito Steyrl

Ambas instalaciones permiten distinguir una de las dos lecturas -o caminos de salida- que Arsenale propone desde su guión curatorial: el volverse máquina. En los tiempos de la informática de la dominación no necesariamente debe ser visto como algo negativo, más bien, podría ser la herramienta ideal de subversión ante los nuevos sistemas de control y producción de subjetividad.

Por otro lado, está el otro camino: las plantas abiertas. Allí el espectador es completamente activo en el recorrido, de hecho, constantemente uno debe tomar decisiones a la hora de recorrer los espacios (hacia la derecha, hacia la izquierda, de atrás hacia delante, etc). Es decir, a diferencia de los espacios digitales, el itinerario se vuelve personal y el cuerpo existe. Y como mencioné anteriormente, lo analógico puebla el espacio con presencia destacada de cerámica, cemento sin modelar, pintura y fotografía. El universo de los materiales, las tradiciones y folklores contemporáneos configuran los lugares. La obra Musk Ox de Jimmie Durham, podría ser embajadora de esta otra alternativa.


Jimmie Durham, Musk Ox, 2017.

El ensamble de objetos cotidianos y materiales naturales configuran las formas vivas de animales. Particularmente en esta serie escultórica representa a los mamíferos más grandes de europa, a través de una “combinación desigual con objetos rechazados”. Una estructura metálica vacía soporta una pila alfombras y sweaters, en la parte delantera, un cráneo de animal sin mandíbula, completado una pieza tallada en madera. Desafiando el tradicional concepto iluminista de la separación del Hombre y la naturaleza, el artista, con los vestigios de uno y de otro, creó una nueva forma a partir de ambos. Y aquí aparece otra salida post-humana: el volverse animal.


Otra de las actuales herramientas de resistencia y transformación política a las múltiples instancias de discriminación y opresión que persisten en el mundo actual. Parafraseando a Rosi Braidotti, teórica que proporciona esta alternativa, la afirmación consiste en aceptar la vulnerabilidad y rehacerla. Así, convertirnos en animales no sólo significa estar vinculados ecológicamente al territorio y ser conscientes sus limitaciones, sino también, poder cambiar las relaciones instrumentales y opresivas que nos vuelven vulnerables.


“De manera irónica, quizás podamos aprender de nuestras fusiones con animales y máquinas cómo no ser un Hombre, la encarnación del logos occidental” (Donna Haraway, 2018)

Por Daniela Arroyo

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