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Casa Linguee: Encontrar lo ritual en lo cotidiano

Con un numeroso elenco en escena y un trabajo potente sobre las atmósferas que se traduce en una actuación intensa y contenida, Casa Linguee es el detrás de escena de lo que no se quiere mostrar.


Puede sonar algo obvio decir que los espacios que habitamos en comunidad, especialmente los laborales, tienen el potencial de hacernos modificar o adaptar nuestra personalidad a ellos, a fuerza de costumbre y, tal vez, por nuestra voluntad por pertenecer, o simplemente conseguir algún tipo de estabilidad. Esto es lo primero que pensé al ver Casa Linguee, obra que acaba de re-estrenar por tercer año consecutivo, esta vez en Hasta Trilce, con dramaturgia y dirección de Christian García.


Casa Linguee es el nombre de una casa velatoria y la obra transcurre durante la hora exacta de la mañana en la que sus empleados se preparan para encarar un nuevo servicio –o “evento”, según a quién se le pregunte-. Un potencial nuevo empleado funciona como punto de entrada para la audiencia, al verbalizar las preguntas que este espacio genera desde el primer momento, tan específica y particular es la forma en la que opera.



La obra presenta una clara intención de trabajar este espacio de trabajo como un espacio liminal, donde lo que para el espectador promedio puede llegar a ser intrínsecamente extraño acerca del funcionamiento de una casa velatoria se corre aún un poco más, al límite de lo surreal. Esto, a su vez, pone en evidencia también la facilidad con lo que la aparente banalidad de la rutina se convierte en ritualidad para quienes la habitan a diario, donde la hora de llegada debe ser siempre la misma, o donde cambiarse en el trabajo, y no en la casa antes de llegar, es un imperativo para el correcto funcionamiento del grupo. Todo esto es acompañado de actuaciones que claramente manejan su propia familiaridad, dada por la continuidad de la obra en el tiempo sin duda, y cuyo resultado otorga una uniformidad a la calidad de las caracterizaciones que es difícil de conseguir.


El trabajo de luz y sonido, por su parte, ayudan a crear una atmósfera casi lynchiana –en algún momento se me vino a la cabeza esta conocida serie de cortos de Lynch-, y esto a su vez permite dejarse llevar por la trama, patentemente enfocada en crear la sensación de creciente incomodidad que acompaña a la lógica irracional que busca representar. Dicho esto, existen un par de momentos durante la obra en la que, -tal vez por encontrarse en un nuevo teatro, tal vez por ser el día del estreno-, esta atmósfera se pierde, solo por un instante, pero el suficiente como para volver a la realidad y perder, como espectador, esa sensación de creciente incomodidad e incertidumbre que busca generar.



Habitar un espacio, compartirlo, acompañarse, son todas experiencias humanas, y en Casa Linguee esas experiencias se intensifican por ocurrir tan cerca del otro, lado, de la muerte que acabará indistintamente con ellas en todos nosotros. Encontrar lo ritual en lo cotidiano entonces, es sólo una forma más de intentar ejercer control allí donde nunca lo tendremos. No realmente.




Miércoles a las 21hs en Teatro Hasta Trilce (Maza 177, CABA)

Del 02 de octubre al 27 de noviembre, 2019




Por Santiago López

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