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Cenizas de febrero: fotogramas del encierro

Actualizado: 13 jun 2020

Por Candela Cebrero


Mucho antes de la cuarentena, Amanda Mares vislumbró un encierro voluntario, una reclusión que no fue obligatoria, pero sí compartida. Cenizas de febrero es un diario íntimo hecho poema, los sentimientos que todxs volcamos en “Notas” durante el insomnio pero nunca nos atrevemos a llamar arte. Ella lo hizo, y el resultado fue su primer poemario.


“Retrato” es el primer poema y el único por fuera de los dos estadíos que integran el libro: El Encuentro y El Despojo. Y es exactamente eso, una presentación de quien escribe y su universo, sinceramientos que avalan cada afirmación ante la pregunta tácita “¿Qué soy?”. Con una escritura invernal y elegante, la autora se detiene en momentos breves pero determinantes, escenas cotidianas para cualquiera que haya sentido el instante en el que nace la soledad.


¿Por qué hablamos de encierro? Porque Cenizas de febrero nos transporta a lo que vivimos con la cuarentena: un espacio que se siente vacío y la incertidumbre de imaginar un afuera donde encontraremos lo que buscamos. En el primer poema de El Encuentro, “Así”, podemos evidenciar esto:

“Afuera no pasan autos. / Personas como luciérnagas. / Los pienso como

te pensé a vos / inalcanzables / transparentes”.

También vemos en “Malabares” un deseo de encontrarse y encontrarnos:

“Volver es, muchas veces, olvidar haberse ido…”.

Con este verso quizás podríamos sintetizar el primer estadío del poemario por completo. El Encuentro nos trae imágenes de una ciudad fría, adentro y afuera. Sin caer en el dramatismo, nos topamos con realidades conocidas, reflexiones que nacen tanto en la noche, como en las tardes, insulsas y desesperantes, de domingo. Cada poema es una mano que endulza una pérdida de la que fuimos conscientes, en palabras de la autora en el poema final de esta primera parte:

“La muerte desconocida es fantasía. / Erotiza / y, a veces, tienta”.

El Despojo empieza en “Febrero”, donde aprendemos que el tiempo se empezó a difuminar. En esta segunda parte del poemario observamos un cierre y el inicio de una nueva etapa. El peso la soledad y las consecuencias de haber compartido el encierro se hacen presentes en cada poema. En “Veinte quince” predomina la ausencia de lo físico y lo que no podemos ver:


“Tengo el alma llena de rabia esta noche / y de bronca estallan mis puños. / No hay televisión. / No la hay. / No hay nada ya”.


En “Cementerio” presenciamos un velorio, tal como dice la autora, frente a “la tumba de tu pasado”. A raíz de esta metamorfosis que se transita en El Despojo, cambia el tono y se siente la bronca. Nos despertamos en la realidad con “Tu cuerpo hoy”:


“Esta Patria es un asesino / que todas las madrugadas / te arranca de la cama / para revolearte a la calle desnudo”.

La delicadeza de El Encuentro se desvanece y los poemas hablan de nostalgia, dolor y vulnerabilidad. Y otra vez la autora nos trae el encierro, ahora presunta alusión a la cuarentena, en “Agosto”, donde vemos una escena similar a la de “Así”: una persona adentro que no oye el afuera pero sabe que está ahí, aunque hoy esté vacío. El último poema se titula “Fotos”, se divide en tres partes llamadas “disparos”, y es el comienzo del cierre de una herida, la fotografía de la partida:

“Llevarte hasta allí y dejarte, cubierta de ojos pixelados”.

Cenizas de febrero nos trae un duelo frío que comienza con sutileza y termina siendo evidente. Tal como sostiene Pablo Lago en la contratapa, las cenizas permanecen tibias y cada poesía de Cenizas de febrero es una instantánea. Amanda Mares logra filtrar cada emoción y canalizarla en poemas que son como disparos a cada instancia de este viaje. Ahora que la travesía ha terminado, debemos decidir si deshacernos de la evidencia o aprender a vivir con los recuerdos.



Ficha ténica: Cenizas de febrero

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