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Daniel Teveles: Revisión a Contrapelo

Entrevista a Daniel Teveles que repuso su obra El Dogma. La ilusión del paraíso (recreación de El Dios de la Venganza de Sholem Asch, escrita en 1906).

Teveles es un creador y estudioso del teatro que se graduó con diploma de honor como médico pediatra. Expresado así suena extraño, pero hallamos rasgos en su biografía que podrían vincular las áreas de interés de nuestro entrevistado como, por ejemplo, que uno de sus maestros fue Hugo Midón, referente del teatro infantil y la comedia musical argentina. Eso enlaza, quizás, con sus estudios de canto con Magali Muro y Gachi Leivobich. Si bien preguntaremos sobre estos aspectos, para presentar a Daniel podemos precisar que, en su formación artística, demostró predilección por la construcción dramática. Estudió en el taller de escenografía del Teatro Colón a cargo de Gerardo Piertrapertrosa y cursó escenotecnia con Héctor Calmet en el Teatro San Martín. También se perfiló cuando incorporó conocimientos sobre puesta en escena con los prestigiosos Diego Kogan, Augusto Fernandes, Cristian Drut y David Amitín.


En la actualidad trabaja en dramaturgias y dirección seleccionando, adaptando o generando materiales escénicos que sacuden a espectadores y prensa especializada. Son obras polémicas, pero necesarias, cuyo tema central es la lesión que se produce en las personas que intentan alcanzar la libertad individual y son reducidas por agentes externos que las condicionan. Esto lo podemos corroborar en El Banco de Reinhold Massag (adaptada por Teveles y representada en 2014-2015); La luz de un cigarrillo de Marcos Antonio Rodríguez (que obtuvo diploma al mérito por la Embajada de la República Dominicana, con temporadas 2016-2017); Casta Diva. María Callas, el crepúsculo (2018) y El dogma. La ilusión del paraíso (temporadas 2019-2020-2022) estas dos últimas, de su autoría.


Para conocerte más, Daniel: ¿Ejercés como médico pediatra? ¿Qué te conmueve de las infancias? y ¿Cómo se gesta tu amor por el teatro?


Estoy retirado del ejercicio de la medicina. Fue mi profesión desde los veintidós años. Los “locos bajitos” (expresión de Joan M. Serrat) me interesan por su autenticidad y siempre tuve un sentimiento de necesidad de protección y contención hacia ellos. Se sufre mucho al trabajar con niños enfermos, aun poniendo distancia, pero gratifican a la hora de los afectos. He visto experiencias teatrales en hospitales y escuelas, sea del medio social que fuera, donde niñas y niños muestran problemáticas a través de la actuación. Un payaso alegra y está comprobado que las emociones acompañan en los procesos de curación. Por supuesto “el hambre duele”, como dice una de las polacas en El dogma, y eso es lo urgente porque, si no, no hay salida viable.


Hay padres con prejuicios para desarrollar determinados temas en la infancia y no estimulan la curiosidad. Cuando acompañamos a nuestros hijos en cuestiones que le damos valor, sembramos amor y deseo por esos asuntos. Así aparece el teatro en mí y se lo debo a mis abuelos maternos. Ir al teatro en ídish con ellos era maravilloso, imaginativo, mágico, jugaba feliz como espectador activo. Esos vodeviles que veía eran una fiesta que me acercaron a lo que hago hoy. Además, en la escuela primaria me elegían para roles centrales de las puestas dramáticas que hacía el colegio. Eran en el ex y hermoso Cine Teatro Río de la Plata, que estaba frente a la estatua del Cid Campeador (en el barrio porteño de Caballito). Fue en una de esas funciones cuando descubrí la energía simbiótica con el público, ya que quedé atrapado delante del proscenio, entre el telón tipo guillotina que cayó detrás de mí y los espectadores, provocando risas cuando no pude salir. En la adolescencia, por obeso y voz nasal para la actuación, sufrí bullying, aun de los docentes. Por esa situación ofrecí mi casa para los ensayos y me convertí en voyeur teatral. Dilaté el momento para hacer teatro nuevamente, mis padres decían que era un “medio non santo”. Ellos tenían esa idea de “M´hijo el Dotor(obra de Florencio Sánchez), entonces me recibí muy joven de médico y en la vorágine, sin dejar de concurrir a ver espectáculos, dejé que el tiempo hiciera lo suyo. Con el psicoanálisis apareció el “darme cuenta” y bueno acá estoy, respondiendo estas preguntas. Hoy es un gran disfrute y no me para nadie, se lo debo a ese teatro en ídish que reniego que desaparezca.


Escribiste artículos para la Revista Toldot, sobre genealogía judía en Argentina, y honrás a las tablas locales manteniendo vivo un teatro fundamental para la historia cultural de nuestro país, el ídish. ¿Cómo llega el texto de Sholem Asch a tu imaginario para crear esta maravillosa obra El dogma. La ilusión del paraíso?


Toldot fue una hermosa revista, premiada en Londres, que creó el gran Paul Armony Z. L. He participado con artículos en ella. También colaboro con cementerios históricos en una página internacional. La memoria debe ser preservada y estas actividades alimentan mi ansia de investigación. El pasado está en peligro de escaparse, si no lo reconocemos. Creo que todos tenemos una misión, o una estela, para dejar a futuras generaciones. De Sholem Asch hablaban mis abuelos y ellos dejaron su aura. El Zeide Usher, mi abuelo, era un hombre simple, laburante, bondadoso, lleno de valores, que me ha transmitido con fuerza su cultura. Sin emotividad no hay revisionismo y sin amor no hay posibilidad alguna. “El dios de la venganza” de Asch no estaba en español y lo hice traducir. La Fundación IWO, Instituto de Investigaciones Judaicas, tenía una versión antigua no digitalizada. El dogma. La ilusión del paraíso, de mi autoría, hizo que ese original no corriera riesgos de perderse, más allá del resultado de mi escritura. Sholem Asch dejó su texto para la posteridad y El dogma es mi homenaje.


Sholem Asch fue incomprendido por ser fiel a lo que sentía. La condición humana también nos pertenece, como judíos somos parte. El libro fue, por mucho tiempo, nuestra mejor arma y el teatro incluye esa cuestión. La cultura y la identidad deben ser preservadas siempre. El sentido de pertenencia ayuda a vivir mejor, porque conformamos lo que somos en nuestro querido país. Los inmigrantes se incorporan a las sociedades pluralistas para sumar su bagaje cultural, que debe ser inclusivo. El teatro judío no va a desaparecer si hay semillas plantadas, hay que regarlas para que florezcan y esa es la tarea más difícil. El deseo es la fuente. Recordemos que resucitar de las cenizas lo perdido, durante las persecuciones, fue siempre el sino de los oprimidos o los vencidos.


El filósofo y crítico literario judío-alemán Walter Benjamin encontró un concepto que nos permite pensar tu perfil de artista. Él decía que examinar el pasado consiste en “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”, que accionar así desde el presente desbloquea la opresión de los vencidos y hasta pueden resultar vencedores para nuevas generaciones. Ejercicio que tu teatro, consideramos, realiza ¿Qué líneas trazaste en tu puesta en escena para que el público advierta la vigencia de aquellos acontecimientos y reflexione sobre los mismos, especialmente refiriéndonos al rol de la mujer en la sociedad?


Que interesante. No soy un experto en filosofía, aunque conozco someramente el trabajo de este filósofo judío alemán, tan singular. Él mueve las bases para liberar a los oprimidos y tiene frases que le pertenecen muy conocidas como “la historia la escribieron los ganadores”. Claro, si revisamos la historia desde otro ángulo, podemos reivindicar y generar cambios en los oprimidos. En el caso de El dogma sucede con el rol de la mujer. Benjamin propone conectar con un pensamiento basado en el materialismo dialéctico e histórico, y su ligazón al mesianismo judío profético, ya que su suicidio fue causado por las clases dominantes, la de los vencedores ¡Qué bueno está decir que el error es lo que nos hace humanos y que ese es el camino de la verdad! En la redención que presenta El dogma, creo, hay una línea trazada en esa dirección, con cierta referencia al planteo del pensamiento filosófico mencionado.


Es que había una tendencia, hasta dogmática, de no acercar el anarquismo y otros movimientos con el pensamiento religioso. El mesianismo despojado de su fundamentalismo dogmático lleva a un camino donde, el derecho apunta a la justicia, sin contradicciones entre ambos términos, esto es esencial. Por eso, bienvenidas las interpretaciones de la Torá desde otro lugar, desde la sabiduría hermenéutica y su conexión con el pasado, para que los vencidos tengan voz. Porque, si no, como dice Benjamin, “ni los muertos estarán a salvo del enemigo”.


Alejándonos de la historia que El dogma cuenta desde el texto, ¿Cómo planteaste el mundo simbólico espacial, cómo jugaste el ensamble para que funcione el sistema de estímulos escenográficos, lumínicos, sonoros, la dramaturgia del vestuario y la ambientación?


Viene de mi sensibilidad y de los estímulos que recibí en la vida. Me gustan las artes en general y las fuerzas conflictivas intensas porque golpean, no pasan desapercibidas y producen cambios internos. El arte está para incomodar. En la armonía o en el mejor desorden para llegar a destino, siempre es bienvenido el caos del arte porque de lo caótico aparece la creación. La puesta en escena lograda tiene mucho que ver con lo pictórico, son cuadros sucesivos, también la ópera me ha inspirado muchísimo como recurso. Entonces, cuando uno es voyerista del arte, en especial del teatro, algo de todo lo visto queda.


En cuanto a lo lumínico, la tecnología amplía las posibilidades con efectos determinados, y juega con los colores vintage de un vestuario de principios de siglo XX, época en que decidí contar la historia. La estética de ese período me apasiona. Todos los profesionales trabajaron en equipo el estudio del maquillaje, vestuario y peinados, tanto para Polonia (Kabaret) como para el Buenos Aires de entonces. De todos modos, la música es el incentivo principal de mis propuestas, también se lo debo al Zeide Usher y a sus discos de pasta 78 sonando en el Wincofon. Daniel Schnock, un gran compositor y productor musical, creó la banda sonora original para El dogma con mucha investigación. La música es diegética, el arte sonoro funciona en la historia perfectamente y fue fundamental como parte de los ensayos. El tango con lo judío, esa mezcla del cocoliche discepoliano está presente. También un tango de burdel de la época, censurado por la pacatería burguesa, cuyo autor fue el santiagueño afrodescendiente Casimiro Alcorta, un músico a menudo plagiado e ignorado.


Estamos al tanto que el año pasado el proyecto participó de un streaming del Congreso de la Cultura Judía, una celebración internacional de la vida y obra del escritor Sholem Asch ¿Qué significó para el equipo de trabajo esa intervención, dado que en el 2021 no hicieron funciones? ¿Motivó la tercera temporada?


Fue una bella experiencia que nos hizo encontrar con un bisnieto del autor. Él está tratando que Asch tenga un lugar en la literatura y sea reconocido como gran escritor de teatro judío, por eso inició una fuerte campaña de apoyo con ese propósito. No me gustan los streamings para ver teatro, lo considero una solución pasajera, aunque en esta oportunidad fue una alternativa que me llenó de satisfacción. Veníamos de suspender las funciones por pandemia el 12 de marzo de 2020, y con éxito, eso nos dejó un nudo en la garganta porque El dogma tiene que rodar para contar. Por ejemplo, en la obra también está la semana trágica, el pogromo local de 1919 contra judíos obreros y la estructura con que se construyó nuestro país con sus dicotomías. Esos episodios no son tan mencionados en la historia argentina, y a veces negados. Refrescar o dar a conocer está bueno, estamos muy felices de haber vuelto.


Sholem Asch, debe ser revindicado como autor y no solo por judíos. El teatro en ídish es poco conocido entre gentiles y creo que hasta desvalorizado por judíos y no judíos. Las generaciones que iban a ver ese teatro ya no están. Para mí es un orgullo representarlo, la nostalgia y la reivindicación fueron el principal motor. Muchos grandes artistas murieron en el holocausto y se perdieron piezas de gran valor cultural. Reflotarlas es nuestra principal responsabilidad. En el caso de Asch fue discriminado por la propia comunidad, entonces: ¡Manos a la obra!


¿Cuál es, a tu criterio, la recepción del teatro ídish en el público porteño actual?


En el estreno vino un viejo actor del teatro en ídish y me dio un mal presagio, sin embargo no resultó así. Cualquier obra requiere una mirada inclusiva para contar una historia que nos pueda pasar a todos, como humanos. Respondo con otra pregunta como buen judío ¿Los rufianes eran solo judíos, lo dogmático se da solo en lo religioso judío? El dogma. La ilusión del paraíso es universal y actual, tiene un texto humanista hasta la médula. Además, trae el ídish con subtítulos proyectados en español al teatro y hay actores que entrenaron la lengua para decir el texto, es una apuesta fuerte. Llenamos la sala desde su estreno por lo que cuenta y la concurrencia no pertenece a un sector de la sociedad solamente. Crítica de prensa y público fueron y son excelentes. Mi papá decía siempre: “van a la iglesia los domingos y al templo los viernes buscando algo de paz interior, pero después entran al sistema y chau”. Hay ideas que son universales.


El dogma. La ilusión del paraíso ¿Por qué elegiste título con subtítulo para tu obra?


“El dogma” es lo que no se puede discutir, es rígido. ¿Por qué no lo podemos subvertir con un segundo planteo donde se invite a un diálogo interior? Cuando leí el texto por primera vez me sorprendió, más por ser escrito en 1906. Por ejemplo, el rufianismo y el poder estaban disponibles para conectarlo con la historia argentina y otros temas también. Parece haber sido escrita para la Argentina por Asch. “La ilusión del paraíso” es buscarlo. Eso sí, si no nos hacemos cargo de nuestros actos el paraíso es un falso consuelo, un autoengaño. Contar una historia donde solo el amor nos salva, es oponerse con fuerza a esa rigidez de lo dogmático.


En El dogma está presente el libro como valor. Ya sea frente a una Torá, Biblia o Libro Sagrado con interpretación fundamentalista. Mi mirada va a esos sectores donde la pregunta o la discusión no tienen cabida. No cuestiono la fe o lo religioso en general, aunque prefiera al psicoanalista. Porque detrás de esa contención que todos necesitamos, tiene que haber preparación y un espíritu especial. Hasta lo mesiánico puede ser destructivo. El iluminismo y libertad de la joven Rivkele concentra estas disputas, mientras que el tango y la poesía dan aire a un mundo difícil de burdeles y trata de personas. La lucha entre el villano proxeneta de la historia y Dios es tan dura, que hasta lo humaniza. “Yo quiero pensar”, dice el personaje, “no creer”. En esta obra encontramos cómo funciona la homofobia, el dinero indigno, el patriarcado, la violencia femicida, las reglas y las morales propias, las contradicciones entre pensar, decir y hacer, la paradoja de la Zwi Migdal organización local de proxenetas que tenían un libro sagrado como guía de sus vidas, y tantos otros temas. En definitiva, nos lleva a reflexionar inexorablemente, también nos invita a la redención y a no poner lo que nos pasa en los otros, algo muy frecuente en los humanos, pero el amor vence al final.


Todos los dogmas ciñen y excluyen ¿Podríamos pensar que el arte es la llave hacia esa libertad que buscan los personajes de tus obras y que nos liga culturalmente más allá de credos y razas?


Si, definitivamente. La búsqueda de la libertad está en nosotros. Hay muchas formas de encontrarla, el arte es una gran herramienta. Siempre lo fue. Rivkele, el personaje que mencionábamos antes lo hace, no se doblega en su lucha y es símbolo de triunfo.

No hablo de razas, prefiero decir pueblos o multiculturalidad, da mayor valor y riqueza a la sociedad. Yo pertenezco al pueblo judío y el credo es solo una parte. Es una tarea compleja, pero las sociedades avanzan. Si nos privamos de la reflexión y la memoria estamos perdidos.


El dogma. La ilusión del paraíso, escrita y dirigida por Daniel Teveles.

Funciones: Abril, todos los jueves 20.30hs. Duración: 95 minutos. Teatro CPM Multiescena – Av. Corrientes 1764, CABA, Argentina.

Entradas a través de PlateaNet - 011 3987-2832



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