Por Nayla Vera
Árboles azotados por el viento, caminos que van surcando el paisaje y transformándolo en un laberinto. Lo siguiente es un lago serpentoso que sugiere la figura de un cerebro. Vamos a entrar en la mente de alguien, las aguas aún están quietas pero todo indica que no va a ser así. Se esperan tormentas.
Julián (Diego Peretti), escritor del best-seller “El escorpión”, y Valeria (Julieta Cardinali) van junto a sus hijos a pasar unos días en una casa alejada de la ciudad. El motivo es la recuperación de Julián, luego de un episodio de fuerte estrés por la presión de escribir el próximo libro y el nacimiento de su hijo menor. A los primeros vistazos de intimidad en la pareja, se deja claro que la relación conflictiva con el bebé recién nacido viene de algo que inquieta a Julián respecto a su esposa y la relación con Marcos, su representante. Al llegar a la casa son recibidos por la anfitriona (Carola Reyna) fanática de “El escorpión”, quien no deja pasar oportunidad para preguntarle a Julián por el protagonista y la crueldad de sus actos. Por su parte él le contesta que es debido a la corta y dura infancia que llevó.
Vale la pena hacer mención de la figura del escorpión dentro de la cinta. Se trata de un animal que a lo largo de la historia y en diferentes culturas tuvo un determinado significado. En la Edad Media el arte cristiano lo usaba para representar la traición: su desplazamiento es con los brazos abiertos como dando a entender confianza y amistad pero en su espalda, desde lo oculto, lleva el aguijón con veneno que inserta en la víctima confiada. Lo que cobra especial relevancia cuando uno de los personajes lleva tatuado en su espalda un pequeño escorpión, detalle que el protagonista advierte cuando comienza a desconfiar. Del mismo modo, también podría estar hablando de Valeria, que en la historia se muestra como una persona amable y cariñosa pero a espaldas de Julián, conspira a la par de Marcos para presionarlo a escribir y a su vez, a él lo desconcierta y llena de sospechas de una traición por parte de su esposa.
En otra línea argumental se reconoce una vieja fábula sobre el escorpión y la rana, donde la rana accede a llevar en su espalda al escorpión ya que este le prometió no picarla, porque ambos se ahogaría. Finalmente el escorpión lo hace y cuando la rana le pregunta, este responde “No puedo ir en contra de mi naturaleza”. Durante las primeras escenas vemos una situación extraña y tensa cuando Julián y su hija Sofía están cerca de la laguna y jugando Julián toma un sapo, aparentemente para jugar, y finalmente lo termina matando.
Es notable la influencia de otras películas a la hora crear y contar la historia. Un recorrido de recetas audiovisuales que representan la culpa en alucinaciones y la tortura de estar en un limbo mental, como bucles infinitos. Así en Lost Highway, de David Lynch, el personaje crea escenarios mentales donde la historia varía constantemente y utiliza corporalidades distintas para lograr una mejor versión de sí mismo. Julián en los ecos cambia sus actitudes y el desenlace de la historia, aunque nunca está conforme. En Shutter Island de Scorsese un personaje revive los hechos de su pasado pero como investigador y siempre vuelve al punto cero. Por parte de Ecos de un crimen el purgatorio mental que domina a Julián es una oportunidad de redefinirse, porque él vive en los ecos para no asumir el crimen y, por eso, en el final no hay una redención. El lado siniestro lo consume y muestra lo que es: el escorpión, protagonista de su novela.
El director Cristian Bernard, durante una conferencia de prensa, hizo mención de las influencias y detalles de grandes clásicos del suspenso que lo inspiraron y también sobre lo complicado que era cuidar cada escena para que no advierta nada del final. Quizás uno de los mayores desafíos que el director ha sabido sortear con creatividad, esfuerzo y un buen trabajo en equipo. Entre otras cosas también destacó la figura de la casa, lugar donde transcurre la película. La casa tiene su propia personalidad y en su impecable perfección, llena de rincones y objetos hermosos, tienen algo de terrorífico y preocupante: están muy lejos del mundo, es enorme y el bosque que los rodea lo es aún más. Cualquiera que haya leído La maldición de Hill House de Shirley Jackson o El resplandor de Stephen King sabría que el plano del hacha y la mirada fría de Julián, minutos antes de entrar a la casa con su familia, indican que algo muy malo está a punto de pasar.
Por otra parte, el clima es un elemento crucial ya que el temporal lluvioso es la pieza clave para que las cosas se compliquen y a su vez salgan a la luz. Bernard sabe esto y, por eso, pese a la molestia que supone filmar y actuar con lluvia, era absolutamente necesario. En el lenguaje cinematográfico el agua fue símbolo de entrada al subconsciente y de la pureza. Es por eso que el agua va alterandose conforme avanza el conflicto. Durante la ducha que se toma Valeria, el vapor confunde voces y conversaciones telefónicas que escucha Julián y la figura de ella es borrosa, detalle que más adelante será importante. Luego, la lluvia que alcanzará toda la historia comienza justo después de que Julián mate al sapo, mostrando los primeros signos de que algo en él no está bien. Finalmente, con la presencia total y absoluta de la lluvia los conflictos explotan, exponiendo cada vez más la naturaleza y verdad sobre la historia y Julián. El agua esclarece.
Ficha técnica-artística: Ecos de un crimen
Dirección: Cristian Bernard
Reparto: Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo y Diego Cremonesi. Participación especial de Carola Reyna
Guión: Gabriel Korenfeld
Música: Pablo Borghi
Fotografía: Andrés Mazzon
País: Argentina
Año: 2022
Género: Thriller - Suspenso
Duración: 84 minutos
Idioma: Castellano
Producción: Ricardo Freixa – Fernando Abadi
Productora: Particular Crowd y Tieless Media
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