Elvis, la biopic sobre Elvis Presley, conocido mundialmente como el Rey del rock and roll, se estrenó en el país. Con una carrera como la suya y una influencia que sigue presente a casi 45 años de su muerte, retratar su historia parece una empresa tan imposible como tentadora.
Para empezar, Elvis no solo es el rey del rock, también fue el primer rockstar. Inventó el juego, fue el primero en hacerlo todo. Antecediendo el movimiento de liberación sexual de los 60s, en el ’56 a “Elvis, la pelvis” lo censuraron por sus movimientos “indecentes”. Tanto es así que en su presentación en The Ed Sullivan Show fue filmado solo de la cintura para arriba. Su vestuario colorido, con tachas y lentejuelas, era innovador. Su jopo engominado enloqueció a una generación mucho antes de que Alex Turner escribiera “Arabella”. Antes de Neverland de Michael Jackson (no vamos a hablar de eso), Elvis construyó Graceland. En el ‘58, en medio de un éxito masivo, se enlistó en el ejército y fue a servir dos años a Alemania. Sí, antes del drama del servicio militar obligatorio de los idols de kpop, Elvis lo hizo primero. Un innovador, el artista fue el primer solista en hacer un concierto vía satélite, Aloha from Hawaii, que –dicen– fue visto en más casas norteamericanas que la llegada a la luna. Y no podemos dejar de lado que fue uno de los pocos de su generación en abordar problemas políticos desde la música, con la inolvidable performance de “If I Can Dream”, a meses de los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Robert Kennedy. Además de todo lo anterior, también se compró dos aviones (¡Como Taylor!) y seiscientos autos, fue estrella de Hollywood, un generoso filántropo y, por supuesto, popularizó el rock a nivel masivo ¿Cómo hubiese sido el siglo XX si Elvis no le hubiera llevado el rock a las masas?
Una vida así ha de intimidar a cualquiera, pero no al último maximalista de Hollywood, el excéntrico empedernido Baz Luhrmann. Puede ser Romeo + Julieta (1996), Moulin Rouge (2001) o El Gran Gatsby (2010), las películas del director australiano son pastiches kitsch con encanto posmoderno. Hace poco el Chino Darín dijo “Si la defino, la limito” y un poco se parece a Sontag cuando dijo “Hablar sobre el camp es traicionarlo”. Pero la traición es necesaria porque Luhrmann es el verdadero director camp de nuestro tiempo. Acuñado por Susan Sontag en su famoso ensayo Notas sobre lo camp (1964) este concepto podemos definirlo (ergo, limitarlo) como el amor al artificio, el estilo por el estilo mismo, la extravagancia y la exageración. Algo así sería la descripción del estilo de Luhrmann, caracterizado por el uso y abuso de cortes rápidos, zoom, pantalla partida, escenarios creados con pantalla verde, colores saturados, vestuarios extravagantes y desdén por los verosímiles de época ¿Y qué si Baz quiere que las estrellas de cabaré de 1889 canten una de Elton John? Es camp.
Resucitado en los últimos años gracias al éxito de la vil Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) y lo contrario a un homenaje a Judy Garland en Judy (Rupert Goold, 2019), el subgénero de las biopics (o películas biográficas) es terreno austero y con pocas luces, en el que los protagonistas son las figuras más importantes de la cultura, pero sus historias están contadas con la misma fórmula desleal a la vida. En su sexta película, el director australiano se encuentra en la disyuntiva entre celebrar a Presley con su estilo y explorar el dominio del género. En esta encrucijada, Luhrmann moja los pies en las aguas de la biopic, evitando algo de la crueldad de encerrar a un hombre en un personaje, pero sin escapar de las garras de contar un relato superficial.
Antes de adentrarnos en la cinta, es menester distinguir a Austin Butler en el rol protagónico. En una actuación consagratoria, el actor logra captar los manierismos y el magnetismo del Rey del rock, tanto que dan ganas de subirlo a un escenario y hacerle sudar tinta a más de un popstar contemporáneo (te estoy mirando a vos, Harry Styles). La aclamación unánime de la performance de Butler de parte del público y la crítica cobra mayor relevancia en el contexto de su carrera. Es que desde 2007 en adelante, el actor trabajó sin pausas, con breves apariciones en series como Hannah Montana, Los Magos de Waverly Place y Zoey 101, alguna película para TV, una serie que cancelaron luego de la segunda temporada y más películas que nadie vio ni verá jamás. En 2018 tuvo su debut en Broadway en una obra junto a Denzel Washington y, en 2019, tuvo pequeños roles en Once Upon a Time… in Hollywood de Quentin Tarantino y The Dead Don’t Die de Jim Jarmusch. Sin embargo, el estrellato se mantuvo lo suficientemente alejado del californiano. Cuando los primeros reportes informaron que Butler obtuvo el protagónico de este film, ganando el papel a estrellas establecidas como Ansel Elgort (que finalmente haría West Side Story de Spielberg), Miles Teller (Top Gun: Maverick, Whiplash) y también Harry Styles, la noticia sorprendió a Hollywood. La sorpresa fue aún mayor cuando Elvis se estrenó en Cannes y recibió una ovación de pie de 12 minutos. Después de quince años desapercibido, Austin Butler finalmente obtuvo su revancha.
Y luego está Elvis, el ficticio. Una reducción de la leyenda para calzar en esta historia. El Elvis de Elvis (2022) es principalmente la leyenda del hombre en el escenario. Al comienzo del film, Presley niño se escabulle dentro de una iglesia afroamericana y allí descubre la música. Este encuentro es una experiencia religiosa, el ritmo irrumpe en su cuerpo y baila hasta perder el control. Desde ese momento, la relación del cantante con la música será representada como una posesión del espíritu. En el escenario, Elvis es puro movimiento, sudor y magnetismo, es sublime. Aunque esta representación del rockstar como un superhéroe musical es muy halagadora, no deja de ser un reduccionismo de la figura del artista. Es que el film deja de lado la mayor parte de la personalidad de Elvis, como por ejemplo, su sentido del humor. Una parte de su encanto radicaba en no tomarse a sí mismo muy en serio y de saber manejar las expectativas de sus fans con gracia. Sin embargo, esa es una de las tantas facetas del músico ausentes en la historia. En pantalla, el artista se toma muy en serio su meneo de caderas y todo lo demás también. El personaje es un apasionado por la música, enamorado de su esposa (la diferencia de edad entre Elvis y Priscilla Presley no es algo en lo que Luhrmann se detenga) y, al final, atormentado, adicto y oscuro. Como era de esperarse, la película peca de ser una biopic, al traicionar aquello de lo que trata en pos de un esquematismo psicológico fácil de digerir.
Lo primero que separa a ésta de otras biopics es que la historia no es contada por el músico sino por su manager, el Coronel Tom Parker (Tom Hanks). Una figura constante en la vida del cantante, Parker fue una sombra villanesca que con talento hizo de Elvis una estrella y un prisionero. En constante tensión entre ser una figura familiar y un alien en esta historia, el manager trabaja para el cantante tanto como trabaja para manipularlo. La dinámica se repite a lo largo del film y, en algún punto, el ciclo se agota. En los ojos de Parker, el narrador, Elvis es un chico engañado y manipulado ad infinitum, un abuso que lo llevó a la muerte. La elección de narrador permite una mirada tangencial del artista, como un testigo. No obstante, el protagonismo del coronel se vuelve tedioso. En 2022, como en los 50s, el público pide a gritos que saquen al señor aburrido de la pantalla y lo pongan a Elvis. Tampoco ayuda que la performance de Tom Hanks deje bastante que desear (si somos honestos, hace varias películas que Hanks deja que desear).
En la primera parte del film, la excentricidad de Luhrmann acompaña el camino al estrellato del cantante con una edición frenética que se sostiene por la incluso más imponente performance de Butler. El director sabe exactamente lo que quiere mostrar y su estilo se despliega en todo su esplendor. Sin embargo, el frenesí se mitiga en la segunda mitad, que contiene decisiones estilísticas más conservadoras que hacen el tiempo subjetivo de visionado ligeramente menos estimulante. Aun así, ésta es posiblemente su mejor película, a excepción de Moulin Rouge -la cual es casi imposible de superar-. El pasar de las décadas es representado impecablemente en el vestuario, el maquillaje y los sets, mientras que las escenas musicales están perfectamente ejecutadas. Por otro lado, si bien Luhrmann se toma muchas libertades creativas para no ahondar en los aspectos menos agraciados de la vida de la estrella, algo que no oculta es la influencia y la importancia de la música afroamericana en Elvis. La cinta se reserva el tiempo en pantalla solo para los artistas con los que tenía una gran deuda, con actuaciones de Kelvin Harrison Jr. como B. B. King y Cle Morgan como Mahalia Jackson, la eléctrica performance de Tutti Frutti de Little Richard (Alton Mason, con la voz de Les Greene) y Sister Rosetta Tharpe con la incomparable voz de Yola. También se nombran al pasar a unos tales The Beatles y The Rolling Stones pero estos no parecen ser parte del mundo construido en la película.
A 45 años de su muerte, la figura de Elvis ha sido bastardeada, copiada y reducida a un ícono vectorizado; un jopo, un meneo, una muerte ridiculizada. En este contexto, es una proeza mostrarlo como una figura transgresora y original: en su sex appeal, en su performance, en romper barreras raciales, en su estilo, en lo camp. Luhrmann sabe que no hay ninguna vergüenza en mostrar a las señoritas enloquecidas por Elvis, ellas tenían razón.
Ficha técnica-artística:
Dirección: Baz Luhrmann
Reparto: Tom Hanks, Austin Butler, Olivia DeJonge, Helen Thomson, Richard Roxburgh, Kelvin Harrison Jr., David Wenham, Kodi Smit-McPhee, Dacre Montgomery
Guion: Baz Luhrmann, Sam Bromell, Craig Pearce, Jeremy Doner
Producción: Gail Berman, Rory Koslow, Baz Luhrmann, Catherine Martin, Patrick McCormick, Toby Emmerich, Kevin McCormick
Música: Elliott Wheeler
Diseño de producción: Catherine Martin, Karen Murphy, King Tri-Zi
Fotografía: Mandy Walker
Edición: Jonathan Redmond, Matt Villa
Vestuario: Catherine Martin
País: Estados Unidos, Australia
Año: 2022
Género: Biografía, musical.
Duración: 159 min.
Idioma: Inglés
Productora: Warner Bros. Pictures, Bazmark Films, The Jackal Group, Fin Design & Effects
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