Tal como en Sófocles y en toda la tragedia, en ese
arrabal se vivía permanentemente en estado de duelo
(la muerte era una vieja conocida, una presencia habitual
en las familias), en un sometimiento al destino como algo
irrevocable.
Sergio De Cecco, Página/12, 2002.
Estar frente a una obra, por lo general, empieza por el título. Mediante este, de alguna inexacta, mas no extraña, manera damos por agenciado el primer contacto con su mundo, entendido como tal antes de ser dentro de él. ¿Puede considerarse, entonces, que “el reñidero” opera como un brioso y polisémico símbolo de lo que una vez, frente a la acción, vamos a vivir (ver)?
La respuesta, tal vez la única encontrada hacia el final del relato, es un grávido sí. Esta pieza teatral, escrita por Sergio de Cecco en el año 1962, versionada en múltiples ocasiones antes de la rigurosa, sobria y acertada puesta en escena de su gran director Antonio Leiva, da cuenta del destino (fatal) que comporta el excesivo deseo -inmaterial y tangible- por el poder y sus posteriores efectos en el labrantío de la traición, el perjurio y finalmente… La venganza.
La muerte (no) es una cosa seria
Elena — [...] Yo quiero este mundo, así sea un
reñidero, porque fue el suyo.
Vicente — ¿A costa de la sangre y el duelo?
Elena — Al duelo lo traemos prendido como una araña desde que venimos al mundo.
Yo, de chica, jugaba aquí, Vicente, entre la sangre de los gallos, de los que aprendí la
única ley que conozco [...]
Sergio De Cecco, El reñidero, 1962.
La primera escena es similar a una volea que deja marca, surco y asunto en el barranco de la retina. No hay manera de evitar sentir que lo que está por contarse implicará mirarnos a los ojos, una vez finalizada la obra, con cierta desconfianza. La muerte nos iguala, sí, eso lo sabemos, es lo único que sabemos. ¿El resto? El resto es cuento, fábula, leyenda o guión… Es arte y parte de las capas de sentido que vamos destejiendo para llegar ¿a dónde, cómo, por qué? Las preguntas hacen a esta obra, desde el comienzo y sin excepción.
El relato es preciso e incisivo en su modo de narrar, tanto como sus narratarios (espectadores) y actores lo son. Esa tríada que deviene en nerviosismo e inquietud se acelera a medida que las voces aparecen y corean para decir el drama durante su efímero pero anunciado y concluyente transcurrir. La historia que está enfrente parece nuestra (¿lo es?), así como las palabras y sus claroscuros, las lágrimas y sus (pocas) risas pero, sobre todo, la desdicha y el dolor.
¡Ay de nuestra arbitraria, parcial y (ex)temporánea existencia!
Elena - (...) El tiempo es nuestro enemigo. Mañana el
hielo va a empezar a derretirse, y nos vamos a despertar un día pensando que las cosas
no son demasiado graves.
Sergio De Cecco, El reñidero, 1962.
El reñidero podría ser un viaje. Un gran viaje que, desde su originaria versión hasta hoy, nos lleva por variadas estaciones de cartografía, clima y desarrollo dramático. Hay “algo” en (con) su escenificación que consigue despabilar la pregunta indicial por el qué en un mundo de pasado, presente y futuro enrarecido y convulso. El fin del fin, la tragedia de la tragedia, Orestes como superviviente y víctima, a su vez, a través de siglos y siglos de historia que podrían conformar una epopeya por la (propia) configuración heroica de una vasta tradición social y cultural.
En definitiva, parece que los géneros se tocan la cola entre sí.
Tal como la vida y la muerte.
Tal como estar o no estar.
Tal como ser o no ser.
Ficha técnica-artística: El reñidero
Dirección: Antonio Leiva
Autoría: Sergio de Cecco
Versión: Antonio Levia, Ana María Rozzi de Bergel
Reparto: Rocio Belen Moragues, Yamila Gallione, Hermes Molaro, Tamara Cynthia Paganini, Omar Ponti, Juan Pablo Rebuffi, Javier Salas, Juan Carlos Uccello
Asistencia de dirección: Anggie Velia Zamora Valladares
Música: Melina Otero
Producción musical y asistencia vocal: Silvana D’onofrio
Músicos: Javier Crespin Nanfara, Sebastián Daneu, Luca Mariano
Coros: Rocio Belen Moragues, Enzo Abel Dupré, Cristian Emmanuel Frenczel, Erica Ruiz
Escenografía: Omar Gonzalez, Juan Carlos Pinilla
Vestuario: Liliana Palacio
Diseño de maquillaje: Ángeles De Jesús
Técnico de grabación: Estudios Aural
Diseño gráfico: Aylén Perez Levitzky
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