El secreto de sus ojos dirigida por Juan José Campanella y basada en la novela La pregunta de tus ojos de Eduardo Sacheri fue galardonada en el año 2010 con el premio Oscar en la categoría de “Mejor Película Extranjera”. A raíz de este acontecimiento, han sido cuantiosas las críticas que ha suscitado. La mayoría gira en torno a la siguiente pregunta: ¿se trata de un film político o romántico? Personalidades como Alan Pauls, Horacio Gonzáles y Gustavo Nielsen han opinado acerca de esta cuestión.
Dado el contexto represivo y violento en el que se circunscribe este film, los ‘70 en los últimos años del gobierno de Isabel Perón, previos a la dictadura militar, muchos, tanto espectadores como críticos, la han calificado de fuertemente política. Sin embargo, este aspecto es una ínfima parte de lo que la película verdaderamente muestra. El foco está en la emotiva historia de amor entre Benjamín Espósito e Irene Menéndez Hasting, interpretados por Ricardo Darín y Soledad Villamil.
¿Quiénes no han llorado al ver la escena del tren, donde los enamorados se despiden? El fatídico crimen sexual es sólo un pretexto para que, finalmente, Espósito se arme de valor y exprese su amor a Menéndez. Estamos ante este trillado género en el cual, la trama amorosa se resuelve al término de la película. Es muy significativo cómo, al final, ambos protagonistas deciden estar juntos: no hacen falta palabras, la mirada lo dice todo. He aquí la importancia del título, es decir, hay que prestar mucha atención a los ojos, los cuales sirven como un medio de comunicación.
Cuando Espósito comienza a escribir, la primera palabra que le viene a la mente es “temo” pero, una vez finalizada la novela, inserta la letra “a” entre medio. Esto es fundamental a la hora de ver el romance entre este agente judicial y su superior, como bien señala Alan Pauls en su artículo La A rota “el único misterio verdadero que ronda en el film: la traducción del léxico del temor al amor”, es decir, de “temo” a “teamo”. Acá hay que considerar los desfases temporales, los cuales son una estrategia para dar pie a esta historia romántica. Espósito, al plasmar por escrito el asesinato ocurrido hace 25 años (en cuya investigación se había involucrado) rememora esos momentos, donde se puede ver la constante presencia de Irene. Desde el instante en que la ve, Espósito se enamora de ella y, a lo largo de la película (debido a la ayuda que Irene le presta en la indagación del presunto asesino) lo mismo le ocurrirá a Menéndez. Precisamente, recordar estos pasajes le ayudan, una vez que terminó la novela, a rectificar y escribir “teamo”. Ahora, por primera vez, es capaz de expresar sus sentimientos.
Otro argumento que sostiene esta trama amorosa es el motivo por el cual Espósito se implica personalmente en este crimen. Se queda sorprendido del amor tan puro que Ricardo Morales todavía sigue sintiendo por su esposa ya fallecida, “no sabe cómo es el amor de Morales, conmueve. Tiene que ver sus ojos, expresan verdadero amor”. Este es el principal móvil que le impulsa a seguir investigando y, de hecho, proyecta su vida en el personaje de este viudo. Lo que le pasa a Ricardo también le pasa él: “absolutamente todo me lleva a Morales, es como si mi vida hubiera…”. Tal y como se señala anteriormente, este asesinato es solamente un pretexto para que el romance se lleve a cabo. Es en su investigación donde se dará cuenta cómo consiste el amor. Espósito ya no desea tener una vida vacía, ausente de sentimientos.
Por último, el final de este film confirma, al contrario de lo que señala Horacio Gonzáles en Las dificultades de la historia, que se trata de una historia de amor y no de una película política. Tras descubrir que el asesino está siendo torturado por Ricardo Morales, Espósito se muestra atónito. Quiere volver a indagar, ya pasados 25 años, la causa de este crimen y la frase que dice este viudo es muy significativa “no lo piense más. Va a tener mil pasados y ningún futuro”. Con esto dicho, Espósito reflexiona y se da cuenta que ha vivido de recuerdos. Rápidamente va en busca del amor de su vida, Irene Menéndez, para decirle que la quiere. No hacen falta las palabras, basta la mirada. Menéndez, al verlo, dice “Va a ser complicado”. Es un final predecible, como toda historia romántica. ¿Quiénes se han conmovido al visualizar esta escena? Se podría considerar que lo sostenido por Gustavo Nielsen en Un final sádico para la historia argentina es poco oportuno. Éste califica el final de “no acertado” o incluso “suave”.
Estos tres argumentos fundamentan que, en efecto, esta película presta más atención a la escena romántica y deja a un lado la parte política. La investigación de este crimen ayuda a Espósito en la búsqueda del amor, le permite expresar sus sentimientos a Irene. No hay un mero intercambio de miradas entre ambos. Va más allá. La manera de comunicarse a través de los ojos es tan incandescente que se traduce en lirismo. Los ojos de Irene y Espósito emanan un delicado pero a la vez ferviente amor. Ambas miradas parecen estar diciendo: ”son tus ojos, zafiros brillantes, los que me hacen soñar”.
Por América Arana.
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