“cualquiera
alguno nadie
otro
que
a su vez
……………
Espejismo
de reflejos espejados
punto de intersección de lo real
fue
está escrito”
Acontecimiento - Duda Machado
El tiempo detenido. La sensación de estar flotando con los pies en el piso. ¿Una vez más? Cuántas hubo en mi vida, me pregunto; y al contar, me pierdo pero vuelvo enseguida. Estar viendo Híbrido es preguntarse cuántas veces pasa esto de estar y no estar, o de irse incluso estando. De imaginarse un mundo de voces silentes, de ver-nos, habitando-nos un universo desconocido e inconciente. No somos nosotros cuando vemos la obra; hay un yo, también otro, que está ahí y se sienta a nuestro lado a tomar un agua que no está pero creemos tomar, aunque termine la obra y sigamos con sed.
Esta opera prima de Tian Aviardi es una aventura existencial. Vaya palabra “existencial”, que todo lo contiene pero que, de tan inabarcable, alcanzamos (apenas) a hacerlo con el metraje, y tantos que tenemos, por altura y por piel.
Se apagan las luces. Se encienden (rojas) otras. La metáfora de pujo universal es la primera imagen que se me viene a la mente. Once cuerpas se autoreconocen, se autoperciben, se autodescubren, se autopronuncian vivas, en una suerte de “diario blanco del azar” (Bretón -1924- Primer manifiesto surrealista). Los veintidós pies en escena se mueven-desperezan cuando los primeros acordes de silencio, luego música, empiezan a sonar. Bailan las piernas, las manos, baila la columna vertebral, baila el ser. Ya dijimos que esta es una obra casi existencial ¿no? Ahí estamos, viéndonos nacer y crecer. La música es un punto y coma, los pasea y nos pasea por distintas latitudes internas.
¿Por qué queremos ponerle nombre a lo que no lo tiene? Por ejemplo, no sabemos exactamente el porqué de ese vestuario que deja ver mitad de humanidad desnuda; podemos imaginar, sí, bendito imaginario colectivo al servicio de la creación e interpretación que funciona siempre. Estamos naciendo y creciendo, cierto, y ese mitad de camino representa el estar casi vestidos, también. O casi desnudos. Pero, al fin, es lo mismo. De eso se trata la hibridez, compleja y profunda, de la que está hecha nuestra esencia. Más que acertado el vestuario, entonces. Sónica Satana, vestuarista y referente de la escena queer porteña, lo hizo otra vez.
No dejo de ver, hasta el final y más allá de él, imágenes que remiten a otras imágenes, tan propias que me resultan difíciles de describir. Viajo por mis propias avenidas, ciudades fundantes de mi yo menos trascendente. Lo que veo en ellxs, veo en mí; tal es así que, por momentos, me parece estar bailando con sus pieles, entre sus sombras y sudor. Maravilloso equipo de cuerpas-artistas el de Vórtice, Compañía de Danza que logra esto. Me voy perdiendo en preguntas: ¿qué sentirán? ¿Qué siento? ¿Que ven? ¿Qué veo? Ah, sí, debo decir que veo mucha gente alrededor, subsumida, seguramente, en sus propios viajes y devenires.
Híbrido es danzamásquedanza. Es una reactualización de nuestro pasaje por el mundo en sesenta minutos y algunos más, no importa cuántos porque, en definitiva, es solo un detalle. Uno más, de los tantos que (no) hay.
Por Marina Amestoy
Este texto es una belleza. Me maravilla cada vez que lo leo. Más que una crónica poética, es casi una declaración de principios.