“Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son” escribe Friedrich Nietzsche en su ensayo Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral y explica que la fuerza primordial de la humanidad, carente de garras, colmillos y corazas naturales, radica en las ficciones creadas por el intelecto. El lenguaje crea las primeras leyes de verdad; los mentirosos utilizarán esa legislación para “hacer aparecer lo irreal como real” y, los demás, solo escaparán del engaño si sus consecuencias son negativas, así como sólo desearán la verdad si sus consecuencias son agradables y permiten conservar la vida.
En La verdad, la última película del director japonés Koreeda Hirokazu, se explora sutilmente este problema filosófico de definiciones diversas, en dos líneas que se cruzan inevitablemente: las mentiras dentro de una familia y las verdades que puede despertar la ficción cinematográfica. En esta historia Fabienne, una gran estrella de cine interpretada por Catherine Deneuve, publica una autobiografía y su hija Lumir, en la piel de Juliette Binoche, regresa de Nueva York a París con su esposo e hija para el lanzamiento del libro. Este reencuentro, lejos de ser amoroso y agradable, será tenso y conflictivo pero con algunos tonos humorísticos.
El director japonés ganó en 2018 la Palma de Oro en el Festival de Cannes con su film Manbiki Kazoku (también conocida como Shoplifters) tras una prolífica carrera, con 11 obras en un transcurso de 15 años. La verdad es su primera película realizada fuera de Japón con un elenco de estrellas internacionales y se estrenó en la edición 76 del Festival Internacional de Cine de Venecia. En esta ocasión retoma el tema de los conflictos familiares, trabajado anteriormente en su filmografía. Pero, además de la locación y el idioma, se distancia en otros aspectos, como la imponente fotografía y la calidez que tienen sus obras previas, reflejadas en Umimachi Diary, con abrazos entre hermanas rodeadas por paisajes rurales o costeros y paseos en bicicleta bajo túneles creados por árboles de cerezo en flor.
El film de Koreeda se presenta con un fuerte componente metadiscursivo: una familia compuesta por una famosa actriz, su hija guionista con una infancia entre camarines y un yerno, interpretado por Ethan Hawke, que es un actor con poca fama. Son infaltables las referencias a eventos y programas del mundo cinematográfico como los Premios Cesar y el Actor’s Studio. Los juegos meta van desde lo más evidente, como las escenas dentro de un rodaje, hasta detalles que remiten a lo teatral, un arte fuertemente ligado al cine, con la mención de obras escolares y la aparición de un teatro de títeres de juguete.
Fabienne, que nunca se hizo cargo de su hija y que se jacta de nunca haberle perdido perdón a nadie, está rodando Recuerdos de mi madre, una película donde tiene un papel secundario pero que tendrá gran importancia. Enfrentarse al guión, a otras actrices y a la memoria de su hija (a la que puede hacer referencia el título de su trabajo) la llevan a transitar un proceso personal, aceptar culpas ante otros y reconocer lo que antes no podía. Estas constantes remisiones al cine y lo que genera, las idas y vueltas de la obra sobre sí misma, culminan en un último pero conocido gesto: Koreeda titula su film igual que el libro escrito por la protagonista.
Este libro no es el origen de los conflictos pero sí el desencadenante de uno nuevo. Cuando Lumir termina de leerlo, le recrimina a su madre la ausencia de veracidad en todo lo que escribió. Pero, ¿qué es la verdad? Aquí podemos retomar a Nietzsche y su respuesta a esa pregunta, que ubica a la verdad como “una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias”. En resumen, una construcción del lenguaje. Y esto es lo que Fabienne defiende de su autobiografía al decir que su público no necesita conocer todo sobre su vida; ella va a construir la historia que mejor le siente.
Sin embargo, para que algo se construya como verdad, debe ser creída. Y no siempre lo que funciona para la vida social funciona dentro del seno familiar. Las mentiras de Fabienne solo sirven para su público, pero tensionan, aún más, la relación con su hija y esto puede sentirse con planos medios y gran parte de las escenas filmadas en interiores, lo que genera una sensación de sofocación entre los personajes. Pero, por otro lado, Lumir y su marido también mantienen secretos, solo que en este caso se proponen proteger a su familia, mentiras piadosas dentro de las “leyes de verdad” que mencionaba Nietszche. Aquí se abre otro mundo: el de las ficciones en la infancia.
La nieta de Fabienne vive con más libertad el universo de las historias y se demuestra por comparación, ya que al contrario de las tomas en interiores, a ella se la ve jugar en el patio mientras el resto de la familia está adentro. La niña, además de inventar ser una pequeña actriz de Hollywood, está convencida de que su abuela es una bruja y el tortugo de la casa es, en realidad, su abuelo bajo un hechizo. La ambigüedad que hay respecto a esto último, donde el espectador no termina de saber con exactitud qué pasa con el animal y el hombre, le agrega una pizca de realismo mágico, muy usual en el cine francés. Es también acompañada por una música instrumental infantil que, en estas escenas, ayuda al efecto, pero que en el resto del film queda descolocada y es notable en su contraste con el sonido de ambiente.
Como es notable, las mujeres tienen una figura fuerte, principalmente la de Catherine Deneuve. Parte de la crítica se ha expresado de manera negativa sobre los personajes masculinos que aparecen como asistentes, parejas que operan como cocineros o con poca influencia en la vida de las protagonistas. Incluso se ha dicho que el papel de Ethan Hawke está poco desarrollado y hasta mal aprovechado, como si fuese un personaje secundario. Pero esto es justamente lo que es, un personaje secundario que cumple su rol apoyando a una de las protagonistas o avivando los conflictos entre ellas.
Aunque algunas cuestiones quedan en el tintero, la película tiene una construcción sólida y relaciones coherentes entre sus personajes. Sin ser la más destacada de Koreeda, se mantiene fiel a sus intereses y entrega una obra con todas las características para ubicarse tranquilamente dentro del denominado “nuevo cine francés”. Pero, por sobre todo, permite una reflexión interesante: tanto la verdad como el cine son ilusiones, lo que importa es cómo se construyen y las sensaciones que despiertan.
Disponible en salas argentinas: Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta, Atlas Patio Bullrich, Lorca, Multiplex Belgrano, Showcase Belgrano y Norcenter, Cinema Paradiso (La Plata), Nave Uncuyo (Mendoza)
Ficha técnica-artística: La verdad
Título original: Lá vérité
Dirección y guión: Kore-eda Hirokazu
Reparto: Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Ethan Hawke, Clémentine Grenier, Manon Clavel, Ludivine Sagnier.
Música : Alexeï Aïgui
Sonido: Jean-Pierre Duret, Emmanuel Croset, Olivier Walczak, Sébastien Noiré
Dirección artística: Riton Dupire-Clément
Director de fotografía: Eric Gautier
Montaje: Kore-eda Hirokazu
Vestuario: Pascaline Chavanne
Países: Francia, Japón, Suiza
Año: 2019
Género: Drama, comedia
Duración: 107 minutos
Idiomas: Francés, Inglés
Productora: Muriel Merlin
Distribuidora: Maco Cine
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