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Foto del escritorSantiago López

Mal día para jugar: delirio de carretera

Los viajes en auto, sobre todo esos viajes largos que recorren rutas que parecen no tener fin, parecieran existir en ese espacio liminal entre lo que existe y lo que puede ser; entre el lugar de partida conocido y el lugar de llegada, plagado de posibilidad, pero también peligro. Es esta la sensación que recorre el ambiente creado por Mal día para jugar, la obra que finalizó su temporada de presentación en el teatro La Balsa, ubicado en Córdoba Capital.


La historia parece, a primera vista, familiar: dos hermanas, junto con las hijas de una de ellas, viajan por la ruta cordobesa en una noche de verano llena del sonido de los grillos y del tráfico esporádico. El auto, una pieza de escenografía que se convierte en el espacio central donde ocurrirá la narración, se planta en el centro de la escena, y ya a primera vista su apariencia exterior derruida parece telegrafiar el mensaje que crecerá a medida que avance la acción: algo no está bien, y lo que vemos no es lo que parece.


Mara Santucho y Natalia Herrera transmiten desde su primer intercambio la reconocible tensión de las relaciones fraternales adultas; la imposible mezcla de amor, resentimiento, paciencia y hartazgo, producto de una vida entera compartida, se hace presente en cada comentario sarcástico, en cada gesto de preocupación. Y de fondo, en el asiento trasero, los personajes representados por Agustina Castellano y Victoria Funes Grimaux, en silencio van creando a través de gestos y miradas, un espejo de la otra relación: dos hermanas jóvenes, que aún parecen compartir más similitudes que diferencias. Y de pronto, una de las hermanas tiene un sueño (¿pero es un sueño?); un poco más adelante, el auto choca contra algo. El personaje de Santucho sale a la ruta y se encuentra con un ave negra, muerta frente a ella; la levanta, y de pronto su voz no es más su voz, y la realidad comienza a deformarse. En este punto, el diseño sonoro de Renata Colautti, junto a la iluminación de Lilian Mendizábal, se encargan de generar una transición que rápidamente lleva al espectador a otro espacio de percepción.


Las reglas del juego –de la obra, de la realidad de los personajes que la habitan-, cambian rápidamente, y es en ese cambio que la lectura de los temas que se plantean se vuelve más clara. La dramaturgia, a cargo de Funes Grimaux y Castellano, acierta en no pretender explicarle al espectador lo que está pasando; Mal día para jugar utiliza tanto herramientas del teatro como del cine y la música como guía, sin sobrecargar el texto, y confiando en los espectadores y las actuaciones. La complejidad de las relaciones familiares, del peso de las herencias emocionales, y la inevitabilidad de su perpetuación, están presentes en cada momento absurdo, en cada situación fuera de lugar, en ese espacio dentro y fuera del tiempo que es un auto, en medio de la ruta, una noche de verano.





Mal día para jugar


Estrenada en noviembre de 2019 en el teatro La Balsa (Mariano Fragueiro 395, Córdoba),

dirigida y protagonizada por Natalia Herrera, Mara Santucho, Agustina Castellano y Victoria Funes Grimaux.




Por Santiago López.

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