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Ser argentino es cosa de Mandinga

Por Nayla Vera


El teatro Hasta Trilce aparece como un corazón de la anatomía de las calles de Almagro. El tránsito por el pasillo que conduce a la sala está adornado por numerosos óleos que llenan de misterio las rústicas paredes. Sin embargo, la nitidez queda de lado cuando el humo proveniente del final inunda todo el pasillo. Es como entrar a la garganta de un dragón. Son el tipo de efecto que hace jugar a la imaginación con los sentidos, un eclipse claustrofóbico que no abandona al espectador y hunde en una intriga que no cesa en ningún momento. De hecho, no es apresurado concluir que se apega al espectador haciéndole cuestionar incesamente sobre lo que acaba de ver. Una invitación diabólica a la verdad. Una invitación a los orígenes mismos.


La linealidad de la obra Mandinga no es lo más trascendente o notable, pero a fines esclarecedores no resta decir que empieza con una presentación y descargo de Matías, estudiante y militante que atraviesa las diferentes trabas y discriminaciones por ser afrodescendiente. De ahí el tema principal, que lleva lentamente la reflexión de la obra y acompañan a las preguntas que le hacen “¿De dónde son tus padres?” y la respuesta a gritos “Soy argentino”. Pero los fuertes tambores son el recurso teatral para marcar la entrada y salida de Mandinga, el otro personaje que comparte el cuerpo con Matías. Es un ser mitológico que representa al diablo, su historia recorre gran parte de Sudamérica y en Argentina, particularmente, es la versión criolla del diablo que vino con los esclavos africanos, aunque suele utilizarse en forma explicativa para eventos paranormales o cosas extrañas.


El humo nubla los sentidos y la percusión da personalidad a la historia. En el juego de sombras destaca fuertemente el trabajo de gesticulación de Mauricio Gonzalez, con el don de invocar los cuadros de Goya en cada uno de sus movimientos y cambios faciales. Indudablemente la corporalidad se transforma también en figuras de William-Adolphe Bouguereau y Pedro Pablo Rubens. Para resumir: en los gestos revive a Goya, pero en las torceduras y acrobacias de su cuerpo toma imagen de los esqueléticos seres de Egon Schielle.


PH: Stella Giordano

La figura de los barcos y la inmensidad de los oceanos sirven para caraterizar el gigante terrorifico que implica la esclavitud y violencia ejercida sobre toda la intregridad psico-fisica cultural, social y política de los esclavos. Son mencionados al momento de relatar lo que ocurrió en los tiempos del Virreinato del Río de la Plata.


“...Los esclavos no van solos en el barco, llevan a Mandinga…”


Sin embargo, la figura de Mandinga sirve para caracterizar aquello que se filtró, un cruce de culturas, una nueva sociedad de la que ambos son parte, siendo una lucha permanente el reconocimiento de estas raíces.


“...La sangre se mezclara aunque luego lo nieguen (...) Las lenguas se mezclaran…”


La reflexión sobre un lazo que nos engloba a todos los argentinos por debajo de nuestra piel, con tantas tonalidades como historias, esconde la verdad. La verdad tan temida, una unión teñida de guerra, dominación, sublevación, pérdida, y de resistencia.


“Esto hicieron con Mandinga… Me llevaron al forzoso olvido, me transformaron en una leyenda…”


Representa mayormente la invisibilización de nuestra historia, la incompletud de lo que sabemos, elegimos saber o aceptar de nuestro pasado y, por ende, nuestro presente. Que la decisión política de borrar a ciertos sujetos o reducirlo a una parte secundaria de nuestra conformación como sociedad forma parte de una lucha histórica y que genera consecuencias en nuestros días. ¿Es un forzoso olvido? No cabe duda, nuestro imaginario social y cultural selectivamente rescata a ciertas etnias y elige profundizar solo en algunas: somos descendientes fundamentalmente de españoles e italianos, también alemanes, suecos, y seguro otros países europeos. Pero no tomamos en cuenta que los tiempos del virreinato fueron protagonizados por una población de esclavos y que ellos somos nosotros y nosotros ellos. Si Mandinga es una leyenda es porque se ha construido sobre ella artificios que omiten y ocultan aquello que fue y hoy es. Mandinga, a través de su forzada transformación, se introduce en la cultura de una forma que no elige, pero desde allí subsiste, lucha, resiste y hoy en día puja por tomar el lugar que le corresponde.


“Mandinga es dulce de leche… Mandinga es la Revolución del 25 de Mayo y La Asamblea del Año 13”


El rol o papel de Mandinga que se desprende del libreto es el de un motor de lucha y revolución, un chispa que encendió los grandes cambios sociales que fundaron al país, y moldearon nuestra identidad. Pero sobre todo el goce y la libertad. Robert Eggers en The Witch hace hablar al diablo al final de la cinta donde maliciosamente susurra en los oídos de Tomasin (Anya Taylor Joy) “¿Quieres vivir deliciosamente? ¿Probar el sabor de la mantequilla…?” ofreciendo a la protagonista un sinfín de placeres, aventuras y oportunidades. Con el diablo criollo es bastante similar, es un pacto a cambio de libertad, crecimiento, oportunidades, revolución, y como bien deja en claro la obra “Si con Mandinga pactas, Mandinga cumple”. Es claro que tenemos ese pacto o lazo con Mandinga, pero como bien deja en claro la obra, esa relación fue olvidada e invisibilizada. Como sociedad incumplimos y es precisamente eso lo que se viene a poner en la discusión.


Resulta una pieza de arte que sirve de reflejo sobre nuestra historia; los vacíos y quiebres para explicar, reconocer y visibilizar la diversidad de nuestra cultura. Una performance que no concluye en el escenario, porque todavía quedan muchos Matias que soportan “Como podes ser argentino si sos negro”, “Tus papas de donde vienen”, “Qué bien que hablás castellano”, como si fueran una rareza o algo inexplicable, como si fueran… Cosa e mandinga.


PH: María Fernanda Dure
Toda la info de la 2° Temporada 2022 y gira por el país en Mandinga Teatro

Ficha técnica-artística: Mandinga

  • Dirección: Yamil Ostrovsky

  • Intérprete: Mauricio González

  • Autor: Diego Damián Martínez

  • Música original: Carlos Ledrag

  • Diseño de iluminación:

  • Vestuario: Mariana Echaide

  • Producción: Martín González Robles y DDM

  • Prensa: Duche&Zárate

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