Por María Singla
Dos desconocidos se conocen en un muelle litoraleño y comienzan una conversación desarticulada. Nada podrían tener en común Beto (Carmen Tagle) y Ranco (Pablo Algañaraz); uno viene de la ciudad específicamente para sentarse en aquel muelle que se alza sobre el escenario rodeado de juncos. El otro, vivió allí toda la vida, conoce cada rincón del pueblo y este joven excéntrico le llama enseguida la atención.
Los dos personajes tienen un dejo infantil, una curiosidad aniñada. Tagle interpreta a un joven, un adolescente que está dando sus primeros pasos en la adultez, con los titubeos lógicos de la edad, pero guiado por los usos y costumbres. El personaje de Algañaraz, en cambio, es un hombre que ha visto el tiempo pasar sobre su ciudad y, sin embargo, su curiosidad por lo nuevo hace que pueda mirar la naturaleza y acercarse a su nuevo amigo con ojos de niño.
Es muy difícil traer a cuento la muerte sin caer en el golpe bajo. En Mortajas, los personajes recurren al otro ante su soledad y comienzan a forjar un momento de amistad en el que, desde la vulnerabilidad, se permiten reírse de la ausencia de sus seres queridos y ocupar, al menos un rato, un lugar que los deja exponencialmente indefensos ante el otro.
Ranco habla del río y sus criaturas, del pueblo que conoce al dedillo. Beto juega con los bichos luminosos que se pasan de mano en mano, pero que deben ser libres para que no se mueran. Finalmente, los amigos se despiden; tienen algo muy importante que hacer en las costas del río. Sentado sobre el muelle de madera, con las piernas colgando como un niño, Ranco saca de su morral una cajita, una mortaja. Beto, que había prometido darle privacidad, se acerca y lo ayuda a rendir un austero homenaje a su madre, justamente porque lo comprende. La soledad de la muerte también lo invade. De hecho, Beto fue allí a hacer lo mismo, a despedir a su abuelo que juraba que allí estaría su primer amor, esperándolo en el muelle como una Penélope mesopotámica.
Los nuevos amigos se ríen y lloran y cuentan la vida de sus seres queridos, vocalizan lo que ellos significaron en sus propias historias, que es al fin y al cabo, lo único que permanece. Ranco y Beto descubren que su madre y su abuelo se amaron, y que lo hicieron hasta el final de los días. Fueron libres, como los bichos. Y al ir Beto con su pequeña mortaja a esparcir las cenizas de su amado abuelo, no puede dejar de sorprenderse con que Delia, efectivamente, se encuentre allí esperándolo, en las manos de su nuevo amigo.
Ficha técnica: Mortajas
Dramaturgia y dirección: Agustín Soler
Asistencia de dirección: Abril Piterbarg
Actúan: Pablo Algañaraz, Carmen Tagle
Supervisión dramatúrgica: Pilar Ruiz
Vestuario: Pia Drugueri
Escenografía: Pia Drugueri
Pelucas: Soraya Ceccherelli
Música original: Santiago Blomberg
Diseño de iluminación: Lucas Orchessi
Diseño gráfico: Romina Salerno
Coreografía: Ana Gurbanov
Producción general: Vagon Producciones, Agustín Soler
Fechas y lugar: Viernes 20.30hs., Teatro La Carpintería (Jean Jaures 858, CABA)
תגובות