Por Mariela Langdon
La reconocida compañía italiana de teatro independiente volvió a la escena porteña en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) 2020, edición 13°, que concluyó el 1 de febrero. Presentaron una de sus obras más destacadas: MDLSX, un canto a la libertad que promulga la huida de categorizaciones impuestas por una sociedad distópica.
Motus es un grupo de investigación teatral fundado en 1991, en Rimini, por Enrico Casagrande y Daniela Nicolò. Juntos escriben, dirigen e impulsan creaciones escénicas de denuncia social, a veces con ideas propias como Panorama (2018), que reclama el derecho humano a la migración y, en otras ocasiones, con enunciaciones de textos clásicos que cobran vigencia por su aplicación a sucesos contemporáneos. En ese caso, por ejemplo, podemos mencionar al ciclo Syrma Antigónes (2008), inspirado en Antígona, de Sófocles, que estaba constituido por tres performances site-specific y una dramaturgia de género trágico sobre un hecho real: la muerte de un muchacho griego de quince años, asesinado por la policía, que se manifestaba en protesta de la crisis por la deuda soberana en Grecia. Esa pieza teatral se tituló Alexis, una tragedia griega y fue representada en el Teatro Regio dentro de la programación FIBA 2011.
Las puestas en escena de este equipo cuentan con actores y performers, sutiles diferencias que parten las aguas interpretativas y que este colectivo cohesiona o separa, según la obra, para crear dispositivos escénicos peculiares. Los intérpretes, que rotan en cada proyecto, actúan roles o exponen su propia realidad performativizada, es decir, transfigurada estéticamente. El conjunto busca expandir los límites de la representación y, para ello, incorporan recursos tecnológicos y más, como la fusión de lenguajes artísticos, collages de textos dramáticos, teóricos, documentos y un pequeño espacio destinado a la improvisación. En definitiva, podríamos decir que Motus encuentra su método, dentro de una hiper-vanguardia teatral, que crea un magno artefacto de comunicación e insta al espectador con cuestionamientos sobre el camino deshumanizante de la sociedad contemporánea.
Ese modo de hacer de la compañía, además, se complementa con actividades pedagógicas y de intercambio cultural a través de conferencias, seminarios y eventos en universidades, escuelas y centros de artes, dentro y fuera de Italia. Prácticas que se desprenden de las giras con repertorio para hacer temporada o en festivales, como ocurre con MDLSX que se representa en diferentes plazas, desde 2015, y que aconteció con dos funciones y un conversatorio en el FIBA 2020, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Sus creadores la exponen de la siguiente manera: “MDLSX es un dispositivo sonoro explosivo, un himno solitario y lisérgico a la libertad de devenir, a la mezcla de géneros, a ser distinto de lo que marcan las fronteras del cuerpo, el color de piel, los órganos sexuales; ser distinto de una nacionalidad impuesta o adquirida, una pertenencia a la patria. Un territorio magmático donde se chocan la ficción y la autobiografía. MDLSX tiende a salirse de todas las categorías”.
Luego de asistir a una de las funciones y al conversatorio, podemos ampliar, según nuestra mirada, que se trata de un espectáculo teatral, con visos performáticos, de gran impacto visual, emocional e intelectual que conmueve con ironías. Una comunión que configura espectadores activos, totalmente involucrados en un estallido sensible de videos, música, teatro físico, monólogos poéticos y danza. Un unipersonal que se potencia por la gran energía corporal de su intérprete, Silvia Calderoni, que despliega variados talentos como el de la actuación, el de videojockey y el de discjockey. Una excelente actriz-performer que, también, participó de la dramaturgia y contribuyó con algunos fragmentos de videos personales, pertenecientes a diferentes tramos de su vida, material que aportó calidez y ternura al relato y que fue el corolario del final, donde ella, adolescente, le enseña una corografía a su padre. Esos momentos, traídos en documento fílmico, que contrastan lo privado con lo público, invitaban a la complicidad, porque se revelaba un dulce mundo íntimo mientras que otro, externo y agresor, se mostraba preocupado por clasificar a un ser en formación física y psíquica con palabras como: hermafrodita, mujer, varón o monstruo.
Calderoni, durante la representación, fue mostrando un pensamiento que madura haciendo arte, viviendo experiencias extremas y cavilando. Una persona que se encuentra y aparta de la monstruosidad a la que la han condenado y que, sin autocompadecerse, sabe que de la cintura hacia abajo puede tener escamas de sirena, pétalos de flor o pistilo de azafrán, metáforas bellísimas de la obra en textos y en imágenes. Pero nada de eso importa, ya que su plenitud humana es saber que en cada cual puede haber muchos cuerpos, en los nuestros también, ella lo expone, sale y se desnuda por dentro y por fuera. Estar con el otro nos hace vitales. Al inicio, el monólogo despuntó así: "Nací dos veces: primero fui una cosa, luego otra". Seguidamente, la dramaturgia se desplegó, oscilando entre la ficción y la autobiografía de la intérprete, con evocaciones literarias de la novela Middlesex, de Jeffrey Eugenides, Orlando, de Virginia Woolf, textos de Pier Paolo Pasolini y libros como El género en disputa, de Judith Butler, o el Manifiesto contra-sexual, de Paul B. Preciado.
La música pop y las luces estroboscópicas de MDLSX, con sus ritmos ensamblados, estaban ligadas a la emotividad de las fases de transformación de la protagonista y ayudaban al público a navegar en los desbordes. Marcaban el ajetreo que el cuerpo de la actriz fue dibujando en el espacio, por los aires o reptando, en el suelo, en los caballetes operativos, con telas, con aerosoles, con linternas, con micrófonos, con pantallas, videoarte, bandejas de sonido, sintetizadores, grabadores, cámaras manuales, proyecciones, transmisiones en vivo, cambios de vestuario, a plena luz general, a trasluz, o a oscuras, bailando o hablando. Sonaron veinticuatro temas, entre ellos alguno de The Smiths hasta Placebo, Talking Heads, Vampire Weekend, The Dresden Dolls y otras bandas. Un espectáculo difícil de contar, una experiencia para ser vivida, una obra que se entiende desde la piel. Como debiera ser siempre el teatro, más allá de cualquier género o estilo.
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