Una historia de la imaginación en Argentina, exhibición temporaria del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires curada por Javier Villa.
Huesos, madera, cuencos de cerámica, botellas y frazadas se hallan en el suelo. Distintos plumajes junto a ramas y hojas de palmera flotan en el aire suspendidas sobre ellos. Abundan texturas y colores tierra. La naturaleza, lo animal, lo humano: una selva. Es la instalación y performance “Mi silencio Miseria”, 2015-2019, del artista rosarino Carlos Herrera. Junto a ella, cuelgan en la pared junto a los ascensores a lo largo, como un horizonte, rostros tallados en madera por Calixto Mamani, artista popular de Cafayate. La mirada, la artesanía, lo regional y lo otro bordean el sentido. Ambas obras dispuestas en la planta baja del MAMBA conforman un preludio espacial al cuerpo de la exhibición temporaria inaugurada el pasado 6 de abril. Una historia de la imaginación en Argentina, proyecto curado por Javier Villa (curador senior de la institución), en equipo con Belén Coluccio y Marcos Kramër como asistentes curatoriales.
El museo posiciona a la muestra dentro de su propia programación como un producto cultural que incluye más de 250 obras de arte, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, provenientes de tres geografías distintas: la Pampa, el Litoral y el Noroeste argentinos. Muchas de ellas préstamos de más de 13 instituciones museísticas del país y colecciones del mundo. La dimensión de lo espectacular se hace presente en esta mega exposición de arte argentino y el propio museo toma partido de ello. Como destaca el texto curatorial por fuera de la sala "Es un viaje a través del tiempo y el territorio. Como si se tratara de pequeños ríos que se ramifican y cruzan anchas regiones, la exposición recorre diversos motivos visuales que surgen en nuestro suelo y son, aún hoy, reelaborados a partir de un repertorio de formas, repeticiones y actualizaciones". El movimiento y la diversidad (tamaños, materialidades, técnicas, lenguajes, colores, alturas y autores) definen la planta y encierran las temáticas que estructuran el relato que propone la exhibición: una posible historia de las representaciones Nacionales.
Dentro de las operaciones de las exhibiciones temporales se destacan establecer vínculos temáticos entre la colección del propio museo y el patrimonio de otras instituciones, colecciones, etc. Producir discursos de carácter más experimental, mayormente temáticos o argumentativos que rondan sobre una hipótesis curatorial, escapando en lo posible al canon del gran relato de la historia del arte. Incluir la participación de artistas jóvenes y del circuito del arte contemporáneo. Como también, montar itinerarios con una mayor tendencia a lo vistoso y espectacular. Todas las operaciones mencionadas se circunscriben a un objetivo principal: lograr captación de público.
Ernst Gombrich ha reflexionado algo al respecto ya en el año 1964 en su texto Variaciones sobre el exposicionismo, allí se pregunta por el lugar del Museo como institución propiamente dicha y el fenómeno creciente de las exposiciones temporarias, desde una perspectiva crítica hacia los nuevos modos de operar de este. ¿Es una casa protectora del patrimonio y tesoros de la humanidad o es una experiencia atractiva y espectacular? En un contexto de oferta cultural muy rica, cabe destacar que MAMBA logró posicionarse entre los distintos circuitos que ofrece la Ciudad de Buenos Aires. El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (nunca viene mal recordar que denota su sigla) se asentó como un fenómeno más de la ciudad. Y la propia espectacularización de la institución tiene que ver con ello, en los mismos términos que Gombrich advierte en su escrito: a través del incentivo social que generan estas atracciones de carácter efímero por fuera de su colección permanente. Finalmente sentencia: “La exposición te pone una pistola en la cabeza” y tenés que ir al museo a verla.
Profundizando un poco más acerca de las nuevas maneras de hacer que atañen a los museos hoy en día, inscritas desde ya, a los cambios sociales, políticos, económicos y tecnológicos de nuestro tiempo histórico. Es pertinente retomar un dato que se encuentra presente al comienzo de este texto: curador senior. A duras penas podemos definir, incluso hoy en día, a la pregunta ¿qué es un curador?. Es decir, es una figura del sistema del arte contemporáneo a la cual se le atribuyen responsabilidades, operaciones y funciones tanto artísticas, como administrativas o incluso comerciales. Puede ejercer la práctica en el espacio, como no hacerlo. Puede investigar, cómo no hacerlo también. Puede operar para la institución, como tampoco hacerlo. Puede ser artista o no tener nada que ver con el arte. El curador es una figura de por sí, maleable. Y ante esta plasticidad no podemos esbozar una definición cerrada, concreta e universal. Lo que debemos reconocer que constituye su riqueza y potencialidad como agente contemporáneo.
Javier Villa es un curador que opera para el museo. Es un empleado encargado de una cierta función curatorial y responsabilidad social sobre el acervo: crear exposiciones. Que se inscriben a una programación anual, que a su vez, también se encuentra curada por cargos más “altos” (curadores institucionales en palabras de Syd Krochmalny). De hecho, Una historia de la imaginación Argentina comparte cronograma con solo shows de artistas de diferentes generaciones: Andrés Aizicovich, Flavia Da Rin, Sergio De Loof, Clara Esborraz, Max Gómez Canle, Alfredo Londaibere y Ad Minoliti. Pero, volviendo al punto de partida, el MAMBA además de posicionar al curador como un autor dentro del museo, por ejemplo, a través de la legitimación de su firma en la muestra cuál artista. Lo define a Villa, principalmente como un curador Senior. Nuevamente la palabra resuena. ¿Cómo un adjetivo que determina cierta categoría, que se adscribe al universo semántico empresarial ingresa al museo de arte?
Robert Fleck (2014) enuncia sobre los bastiones de la tradición contemporánea “En este nuevo tipo de museo construido en base al branding o desarrollo de una marca, en las decisiones internas sobre el programa de exposiciones y otras cuestiones fundamentales tienen primacía de un modo más o menos explícito los intereses del marketing frente a los otros factores”. Es una realidad que los museos de hoy en día se piensan en términos empresariales, en otras palabras, una marca la cual deben vender. Como mencioné anteriormente, el MAMBA, bajo la dirección de Victoria Noorthoorn, es un auténtico ejemplo dentro la Ciudad de Buenos Aires. Eventos, megaexposiciones, un fuerte plan comunicacional que lo posiciona en la escena, librería y cafetería, entre otras cosas más. Con un interés especial en proyectar el arte argentino local hacia la escena internacional del arte contemporáneo. La idea iluminista del museo de artes, queda en el pasado. Las obras habitan y se mueven por un sistema como lo es el museo de hoy en día, que muta convirtiéndose en un espectáculo en sí mismo.
“La muestra se propone indagar cómo perduran los cimientos sobre los que edificamos y demolemos la cultura y la política de nuestro país. También invita a preguntarnos qué nos pasa actualmente con conceptos como tradición, o cuál es la incidencia del arte en la historia nacional”. Dice un momento del texto de mano, o mejor dicho, el folleto de la muestra, en donde predomina la textualidad de la pregunta sin respuesta. A su vez, una extensa explicación de cada situación geográfica presente en sala, sumado a una obra en representación del sector (La Pampa, Litoral, El Noroeste y los Motivos Matadero-Cautiva). Al hacer foco en el fragmento citado, permite desarrollar una última cuestión entorno a esta exhibición: la perspectiva curatorial. Villa propone Una historia de la imaginación en Argentina como un display crítico, como un vehículo de pensamiento y reflexión hacia el visitante, específicamente.
Al repensar este modelo curatorial desde Elena Filipovic, llegaremos a la paradoja museal que postula este texto. La autora enuncia acerca de las bienales "Las mismas tienen la ambición explícita de representar a su región, ciudad de cabecera o nación tanto como de mostrar un panorama decididamente internacional de la producción contemporánea, una ambición que influye sobre la escala y las circunstancias generales que rodean al evento [...]". Las bienales se perciben a sí mismas como infraestructuras temporales. Libres de la carga de coleccionar y preservar, se configuran como plataformas para formas artísticas polémicas y heterogéneas provenientes de distintas partes del mundo (en este caso distintas partes del país), a menudo interesadas en algunas de las cuestiones con mayor carga política de su época. Principalmente, un tipo de evento que excede la mera presentación de obras de arte: se los entiende como vehículos para la producción del conocimiento y del debate intelectual. A salvedad de bienales que representan los determinados márgenes del mundo del arte, históricamente a menudo supieron reflejar las condiciones económicas, políticas y geográficas particulares de sus ubicaciones por medio de creativas y a menudo vacilantes formas de exhibición.
Tres grandes ejes temáticos se hacen presentes en el espacio, la naturaleza, el cuerpo femenino y la violencia. Para describir un poco más la muestra, en un nivel macro el montaje en sala, las obras tematizan constantemente aspectos retóricos de la geografía nacional. Este es un aspecto particular en la curaduría, pues la cuestión de la topografía nacional cobra protagonismo de esta manera en el espacio. Por ejemplo, el caso de la línea y las alturas en el sector dedicado al noroeste argentino; o el desborde y el color en cuanto al litoral. Siendo así, la visión general de la exhibición la de un paisaje en sí mismo, efecto de sentido similar al preludio de Carlos Herrera y Calixto Mamani junto al texto curatorial. En segundo lugar, desde un aspecto micro, las relaciones entre las obras dentro de cada eje y región específica citada, surgen a partir del motivo visual. De hecho, es esta operación Warbourniana la que habilita discursivamente a Villa montar una polifonía de estilos, generaciones y tradiciones plásticas en un mismo espacio. Pettoruti, Xul Solar, Grete Stern, Marcelo Pombo, Fernanda Laguna y Nicanor Aráoz, entre muchísimos artistas más, se encuentran juntos sin capricho alguno.
Podría pensarse un cruce entre el operar de una bienal con el de esta exposición temporaria. Es decir, si bien hemos analizado sus rasgos sintomáticos del género (exhibición temporaria) presentes, a su vez consecuencia de las transformaciones que sufren los museos hoy en día en tanto dispositivos de nuestra sociedad. Por su rasgos, Una Historia de la Imaginación en Argentina tiene un funcionamiento similar al evento bienal dentro del sistema del arte contemporáneo, pero, en la propia institución.Y aquí hemos llegado a la paradoja: una alternativa al museo dentro del propio museo.
Si la espacialidad de la muestra se divide según región, cual pabellones, en donde se presentan tendencias y novedades, sobre todo en el caso de artistas-artesanos quienes ingresan obra por primera vez dentro del circuito. La diversidad de artistas y poéticas, da cuenta de una cierta riqueza visual, social, natural y patrimonial a nivel país. El objetivo mencionado anteriormente de posicionar lo nacional hacia la escena internacional, tomando a la exposición como una plataforma de artistas. Siendo a su vez, enunciado como un producto de autor y no institucional que propicia una plataforma de pensamiento en cuanto la propia identidad Nacional: “El pasado no se puede cambiar, pero la historia se puede imaginar y reformular para diseñar el futuro”. Las paradojas son definidas como extrañas ideas que se oponen a lo que por lógica u otro motivo, se consideraría correcto. Finalmente, representan un estímulo para la reflexión y Una Historia de la imaginación en Argentina encuentra su riqueza en ser una misma y permitirnos mirar con distancia los cercanos procesos de mutación que atraviesan las exposiciones en este tiempo.
Hasta el 3 de noviembre, 2019.
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Av. San Juan 350)
Por Daniela Arroyo
Comments