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Retrato de una mujer en llamas: la mirada que encuentra el alma

Por María Singla


Una de las propuestas más interesantes del suspendido Festival de cine francés Les Avants-Premières es Retrato de una mujer en llamas, premio mejor guión en el Festival de Cannes 2019, de la directora Céline Sciamma. En ella, la directora propone mostrar un vínculo amoroso entre dos mujeres, que se enfrentan a la realidad de sus recursos limitados.


En algún momento durante el Siglo XVIII, en la Bretaña francesa, Marianne (Noémie Merlant) es contratada para pintar el retrato matrimonial de Héloïse (Adèle Haenel), que pronto deberá marcharse a Milán, a su nueva vida de mujer casada. La prometida original en ese matrimonio era la hermana de Héloïse, que prefirió suicidarse antes de seguir con los deberes impuestos por su madre, que, al igual que sus hijas, debió casarse con un marido que la conoció a través de un retrato. El destino de las mujeres de la época no permitía otra salida.



Luego de la muerte de la elegida para mantener el estatus de la familia, Héloïse es retirada del convento donde vivía y puesta a disposición de la danza nupcial. El problema es que ella no está dispuesta. Cuando la artista Marianne llega a la casa de quienes la contrataron, le explican que la futura novia se negó a posar para el retratista anterior. No le permitió que vea su rostro. Marianne, entonces, deberá hacerse pasar por una dama de compañía que le permita salir de la casa y cuidar la vida de Héloïse.


Sciamma muestra la llegada de la pintora de manera desordenada, con planos en movimiento constante, sin horizontes que anclen un punto de fuga. Mientras Marianne está detrás de Héloïse, el resto del mundo es inestable. Pero una vez que comienza su observación atenta, la imagen desemboca obligadamente en la modelo, primero en sus manos, luego en su rostro, al principio furtivo.


El encuentro de dos desconocidas se hace cada vez más fuerte, las miradas sin disimulo de Marianne se complementan con la intención de retratar a Héloïse lo más fielmente posible, no sólo su imagen, si no también su personalidad inocente, risueña, contemplativa. En el primer intento falla, no ha captado lo suficiente en ese alma que se pierde en los libros y en la música, y se construye a partir de su solipsismo.


La relación entre las dos mujeres se consolida cuando Marianne admite su engaño y pide perdón. Cuando una persona intenta conocer a otra en profundidad los sentimientos afloran inevitablemente. Durante un lapso de tiempo en el que la madre de Héloïse debe ausentarse en la casa, su amor se libera y aprovechan el tiempo que tienen entre ellas y que se les presenta como un regalo. Junto con la criada de la familia, que se convierte en amiga, cómplice y, sobre todo, en una igual, Héloïse descubre un mundo femenino que se sostiene en sí mismo, fuera de los matrimonios, de los hombres y de la religión. Más allá de las divisiones de edad o clase, entre ellas puede escuchar música, hacer una fogata y cometer errores, que sus amigas estarán allí para ayudarla.




Ficha técnica: Retrato de una mujer en llamas

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