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Foto del escritorMariela Langdon

CC Fray Mocho: Proeza de argonautas

El Centro Cultural Teatro Fray Mocho, de ascendencia mítica, reinauguró su sala que actualmente se encuentra en Villa Crespo.


La aspiración no era mudarse a Palermo Queens, apelativo que el negocio inmobiliario eligió para las manzanas más tradicionales de Villa Crespo, pero las circunstancias hicieron que Fray Mocho comience una nueva etapa allí. Araoz 1047. El ADN de esta sala auguraba a su timonel, Ernesto Mischel (conocido como Pocho Michel), y a sus colaboradores, un buen puerto. Pero se establecía un contrasentido, la coyuntura en la que se encuentra nuestro país. Alquileres dislocados, comisiones absurdas, depósitos de dinero sofocantes, requisitos burocráticos y, en el medio, esperando, el arte como trabajo y derecho humano, embalado con telones y piolines de quimeras.


Expresa Mark Twain: “El coraje es la resistencia al miedo, el control del miedo, no la ausencia de miedo”. Y ese movimiento pequeño e intenso que se produce entre resistir e insistir hizo que “el Fray”, como le dicen quienes lo aman, no se rindiera y avanzara. Si se hubiera entregado no sería fiel con su estirpe y sin correr riesgos no multiplicaría sus fuerzas. Sobreviviente de muchos avatares, desde 1993 al 2018 funcionó en dos salas distintas por la zona del Abasto, nunca se mostró indiferente a causas sociales y culturales y compartió, cuando se lo solicitaron, su espacio gratuitamente con entidades de bien público y los vecinos.


El modo de hacer cultura de esta institución, imbricada con la sociedad que la contiene y la necesita, se funda en los vínculos barriales. Tejido que deviene en hilachas cuando tiende al individualismo, instancia desolada que hunde a las personas en la tristeza. El Fray lucha contra eso, invita a participar y cohesiona. También hace memoria, le rinde homenaje permanente al legendario Teatro Fray Mocho (1951-1963), fundado por Oscar Ferrigno, cuyo escenógrafo, maquinista, iluminador, era Ludwing Mischel (padre de Ernesto). Pero se diferencia de aquella épica, funda otra, aunque comparten el mismo espíritu independiente, político e itinerante.


Cuando la nueva sede abrió sus puertas, sábado 26 de octubre, se reunieron para celebrar muchos hacedores del teatro, entre ellos el reconocido actor Raúl Rizzo con su familia, y otros que han pisado el escenario del Fray en las diferentes épocas y salas que tuvo. El elenco de Agrietándonos, de Alfredo Bracaccini, un proyecto de teatro e intervención social, se hizo presente para ofrecer el bautismo del espacio escénico. La materialización fue una sátira catártica sobre la sociedad local. Una hermosa propuesta que devuelve el reflejo de nosotros mismos.


Fue muy placentero ver la obra como una orquesta que ejecutaba sus instrumentos al unísono en tres sectores y que, a la vez, producía partituras diferentes. Estaban allí la radio que hilvanaba los distintos momentos con un eximio locutor en vivo sentado en una mesa, los músicos (voz y guitarra) y los actores que dinamizaban con sus entradas y salidas el sector central. Las escenas, risueñas, contrastaban con la seriedad de los poemas. Recitaron leyendo y regalaron esas hojas impresas a la platea, eran textos en verso de Benedetti, Tuñón, Brecht, y cantaron temas que todos los presentes entonaron, especialmente el himno Venceremos que popularizó Jairo en 1983, con letra de María Elena Walsh.


Mucha emoción suspendida en el aire, un grupo de amigos del arte estaba reabriendo un teatro. Amenizaron la reunión otros artistas como “la cantante de tangos propios”, Aída Oliva, de Mataderos, que suele presentar sus creaciones en el Café Tortoni y  un “acople para la ocasión”, aunque confesaron reunirse algunas veces en el Parque de las Victorias de Villa Lugano, el guitarrista Jimmy Montaño y el percusionista y flautista, Raúl Simonini. Ambos ofrecieron un ensamble muy creativo que fue ovacionado por el repertorio latinoamericano elegido y sus interpretaciones sentidas.


La hazaña tuvo, además, a dos protagonistas fundamentales. El dueño del inmueble José Luis Elias y su hermano Miguel. Sin ellos, que comprendieron los problemas del oficio y el sistema de la bohemia contradictoria que sustenta el espíritu y hambrea los vientres de la estirpe artística, hubiera sido muy complicado reabrir.



Como Jasón cuando regresa a Yolco, capitaneando El Argo para devolverle a su pueblo “el velloncino de oro”, Pocho Michel restituyó un lugar ganado en la cultura, el Centro Cultural Teatro Fray Mocho. De todos modos, no huelga la metáfora griega, porque ¿quién se animaría hoy, con la debacle imperante, a poner en marcha un espacio teatral autogestivo?




Araoz 1047, esquina Av. Córdoba (CABA)


Integra la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI) y es Sede Nacional

Región Centro de la Red Iberoamericana de Artes Escénicas (RIDAE).


Tiene apoyo del Instituto Nacional de Teatro (INT) y Proteatro (Ministerio de Cultura

porteño) para el desarrollo y fomento de la actividad teatral no oficial.




Por Mariela Langdon

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