Por Daniela Arroyo
Inauguró Pulsiones titubantes, en la Galería Gachi Prieto, una exposición colectiva con participantes de PAC, proyecto de formación intensiva que ofrece la galería para curadores y artistas.
Pulsiones titubeantes, inaugurada el pasado veintiséis de enero, presenta obras de doce artistas que han sido reunidas bajo el acompañamiento curatorial de un equipo constituido por Rocio Rivadeneyra, Santiago Canción y Marcela Costa Peuser. La exhibición propone mirar las obras a partir del concepto de pulsión. De origen freudiano, este es uno de los elementos constitutivos del psicoanálisis y está relacionado a la experiencia del sujeto. A grandes rasgos, y en un tono coloquial, la pulsión es entendida como aquella tensión o fuerza psíquica interior en la persona que con urgencia precisa descargarse y que, al hacerlo, produce placer en ella. De forma curiosa, en el guion curatorial de la exposición este concepto va y viene. Es decir, en algunas obras aparece por delante como gestos físicos relacionados al proceso de producción de la pieza: cubrir, apilar, repetir, apretar, agujerear; y, en otras, desde la expectación del objeto y lo que sus materialidades pueden llegar a generar: tocar, descubrir, protegerse, meterse, acostarse.
El movimiento, la languidez y la sensualidad describen la atmósfera de la muestra: desde la entrada hasta su salida requiere de una visita atenta. Aunque esto suene obvio, porque cada evento lo requiere, en este caso puntual no refiero sólo a la mirada y al intelecto, sino también atender a la muestra desde la piel. Como esos instantes en los que uno se encuentra concentrado, con la cabeza en una acción puntual, sea charlar con alguien, escribir, comer… y, de repente, la piel se eriza por alguna correntada de aire que no notaste hasta que el cuerpo te dió esa señal. Aquí se trata de dejar que las obras entren por los poros y ericen la piel, porque muchas de las formas son cambiantes, fluctúan con el aire o la luz. Porque algunas piden que las integren por completo y agenciarse mutuamente; porque otras, sugieren ser rodeadas cautelosamente, sin dejar de observarlas por un segundo, ya que podrían ser una trampa.
De la serie En algún lugar que aún no existe, la obra de Constanza Bardi “Trampa UV” da comienzo a la exhibición en la antesala y engaña al espectador con su bella apariencia, su intervención oculta un dispositivo originario para atrapar a los insectos. El material de “Trampa UV” conecta con la primera obra que se avista en sala, la instalación “Sin Título”, de Luciana Aguirrebengoa, que centrada en el espacio cuelga desde el techo hasta el suelo. En ambas, aparecen el plástico y su maleabilidad para construir formas danzantes. La instalación de Luciana, además, marca el ritmo de la visita por la sala, ya que permite conectar con el resto de las obras al recorrerla.
En diagonal, en una de las esquinas, una mirada fija hacia el cielo pareciera saber que algo está por descender. Es un cuerpo con verosímil de mujer, que incomoda con su presencia desnuda y piel alienígena: "Ondina". La escultura de Iara Kaumann problematiza la representación de los cuerpos femeninos y abre un diálogo con otras obras que rondan temáticamente en torno al cuerpo, ya sea por ausencia o presencia de este, especialmente a partir de la performance o el gesto. Junto a "Ondina" la video performance “Lábil” de Sandra Botner; en frente, “Cuántos cuerpos entran en un cuerpo”, de Roma Vaquero Díaz, y, a su lado, en formato instalativo “Coreografía para destejer un pulover” de Eliana Heredia.
Hacía el fondo la pintura textil "Mínimas, íntimas y enigmáticas" de Yanina Sgro y los inmensos dibujos de Eugenia Soma que traen imágenes subjetivas de la naturaleza, y refuerzan desde sus dispositivos de montaje y materialidad lo inestable (tela y papel colgando). La verticalidad en ambas obras refuerza la visualidad de la muestra en general. Andrea Nosetti, expone un huevo enigmático construido con lana, que aún yace en su caja de embalaje para viajar, aparentemente recién llegado de Grecia. Mientras tanto, en todo momento, el audio en loop de Priscila Rimkevich sonoriza la muestra con una frase que repite hasta el infinito.
Finalmente, a la salida del cubo blanco y la trastienda de la galería, el patio es tomado por una pila de sombrillas monumental, de al menos unos cuatro metros. Con un proceso de desgaste en las telas que es cada vez más evidente en sus partes más altas, la instalación "Todos los veranos" de Carlos Segovia, pareciera haber caído del cielo y alinear distintos tiempos en uno solo. Mientras que las obras "Una vista más del aljibe a la torre" y "Abstracciones LII" de Juana Menendez rodean la instalación y crean un ambiente que invita a habitar el espacio de manera amena y cálida.
La muestra representa, por otro lado, el cierre de un año de trabajo colectivo de tres programas distintos (curaduría, seminarios y clínica para artistas) que, dentro de la dinámica propuesta por el proyecto PAC, de la galería Gachi Prieto, se encuentran en la instancia de creación de una muestra en las salas de la galería. Dentro de los objetivos del proyecto, se destaca la creación de vínculos entre los distintos agentes que, en distintos roles, forman parte del circuito del arte. Lo cual, beneficia el crecimiento del ambiente local y fomenta nuevas alianzas y proyectos artísticos.
De lunes a sábados de 14 a 19hs 8/2- Cierre de muestra y activación perfomática por Sandra Botner
Ficha técnica-artística: Pulsiones titubeantes
Artistas: Luciana Aguirrebengoa, Constanza Bardi, Sandra Botner, Eliana Heredia, Iara Kaumann, Juana Menendez, Andrea Nosetti, Carlos Segovia, Eugenia Soma, Yanina Sgro, Roma Vaquero Diaz y Priscila Rimkevich
Curadores: Rocio Rivadeneyra, Santiago Canción y Marcela Costa Peuser
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