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Sex Education: ¿asidua escucha o manual de instrucciones?

Por Clara Charrúa


El 18 de enero de 2020 se estrenó en Argentina la segunda temporada de Sex Education, una serie original de Netflix. ¿Qué rumbos tomó la narrativa después de un año? ¿qué implican dichos rumbos en las nuevas generaciones de espectadorxs?


Sex Education parecía, luego de su estreno en 2019, una renovación en el contenido para jóvenes. Con una trama simple, que a la vez permitía complejizar cuestiones sobre los mandatos en torno a la sexualidad adolescente, se presentaba como la subversión de las masculinidades y feminidades en épocas donde la mirada de género se vuelve un lente para analizar cualquier realidad que pretenda trastocar los cánones de lo establecido. En esta primera temporada aparecía todo: sexo entre lesbianas, sexo entre gays, sexo entre heterosexuales, el mandato del sexo, abortos, bullying. Además, profundizaba en torno a la idea de que la voluntad subjetiva no alcanza como principal motor para construir vínculos con lxs demás. El gran acierto de esta primera temporada era poner en escena cómo los mandatos sociales y los deseos genuinos se entremezclaban en tramas de conflicto diversas.


En la primera temporada Otis, interpretado por Asa Butterfeld, tiene fobia a masturbarse pero a la vez una gran sabiduría y capacidad de escucha, por lo que decide tener a su cargo una “clínica sexual” junto con Maeve (Emma Mackey), de quien está perdidamente enamorado. El negocio le es funcional a ambxs ya que Maeve debe garantizarse las condiciones materiales de existencia y conoce a absolutamente todxs en el colegio. A la vez, Otis quiere pasar más tiempo cerca de la chica que le gusta y animarse a perder la virginidad para ganar un nuevo status entre sus compañerxs. Este es el mcguffin que estructura narrativamente todos los episodios: en el teaser, asistimos a un conflicto en torno a un encuentro sexual; ese conflicto luego refracta en el plot de lxs personajes principales y les hace resignificar ciertas cuestiones que tienen que ver con alguna dificultad propia. Así, se tracciona hacia una solución, a veces óptima y otras no tanto, para el conflicto al que asistimos al principio.


El encuentro con otra persona siempre es problemático, el deseo inasible y los mandatos y presiones sociales pueden tornarse torturantes; pero Otis venía a traerle a sus compañerxs la mirada terapéutica y analítica que precisaban. Además, en el conflicto interno del personaje queda visibilizado que no alcanza solamente con saber de sexo para estar en la escena de sexo. Esta estructura se veía intercalada con las subtramas de conflictos familiares, intereses románticos y escollos personales de cada unx de lxs personajes. En la composición, estos personajes funcionaban a modo de arquetipos pero a la vez ningunx era llano o unidireccional, de modo que permitía pensar más allá de las predeterminaciones y las funciones. Todxs lxs personajes eran -además de una función como “la chica ruda”, “el deportista”, “el buller”, “la freak”- algo más, todxs tienen varias dimensiones y capas de personalidad. Todxs, por más expertxs que se demostraran a la hora de hablar de su sexualidad, tenían complicaciones al habitarla.


En la segunda temporada, la clínica sexual como negocio queda disuelto y ahora la escuela cuenta con una consultoría de Educación Sexual Integral a cargo de Jean Milburn (Gillian Anderson), que elimina la estructura inicial y la convierte en una seguidilla de escollos cuyo clímax es producido simplemente por diálogos entre personajes. No se juega la puesta en escena ni se producen interacciones entre plots principales y secundarios. En un segundo nivel, tampoco hay recorridos o aprendizajes. Las diversas tramas se automatizan y banalizan por completo y los personajes, lejos de seguir profundizando en sus contradicciones y capas, comienzan a parecerse más a estereotipos que a arquetipos.


Afectos, feminismos y aborto


En esta serie las cuestiones de género y feministas ingresan en la trama casi inevitablemente: Durante la primera temporada, Maeve atravesaba un aborto. Esta secuencia narrativa terminaba de consolidar su vínculo con Otis, quien la acompaña en dicho proceso. Como contrapunto, en la segunda temporada Ruby (Mimi Keene), una de las chicas más “populares” de la escuela y personaje secundario, debe ir a comprar la pastilla del día después. La sutileza con la que se trataba el tema en la primera temporada parece abandonarse en la segunda, cuando intenta ir Otis a la farmacia y le niegan el medicamento (¿por qué? No hay por qué). Por otro lado, toda la densidad construida en torno al debut sexual, momento al que Otis le confiere muchísima importancia y significado desde la primera temporada -y nosotrxs lxs espectadorxs acompañamos- queda reducido a una noche de alcohol de la que él ni siquiera se acuerda. Es interesante este giro, pero ¿qué nos permite reflexionar? ¿que al final era cuestión simplemente de emborracharse y hacerlo? ¿problematiza esto sobre el consumo de alcohol en adolescentes, un asunto bastante contemporáneo al igual que la sexualidad?


En la primera temporada se exhiben nuevas formas de afecto, vínculos entre pares y compañerismo disolviendo las lógicas de bullying que pre existían entre lxs estudiantes. Una escena que podemos tomar de ejemplo para ver esto es la de “it’s my vagina”. Un grupo que estaba atomizado, a partir de una experiencia concreta, comienza a funcionar como un equipo generando una comunidad. Es un grupo de varones y de mujeres el que se une en contra del director del colegio. Luego de que varias se levantaran al grito de “it’s my vagina”, vemos también a un varón gritar “it’s my vagina”, echando por tierra cualquier lectura esencialista (no es una cuestión de vaginas).


En cambio, en la segunda temporada, hay una estructura similar: un grupo atomizado debe unirse y comenzar a funcionar como un equipo en resistencia a cierta autoridad. El desenlace del plot de una situación de acoso en el transporte público se fuerza de modo que solamente las mujeres quedan involucradas. Sin razón previa ni elemento que traccione esta trama, todas las mujeres están detenidas juntas y, como actividad de castigo, deben pensar algo que las una como mujeres. Aquello que todas encuentran como elemento en común es que vieron una pija sin solicitarlo.


Otra vez nos preguntamos: ¿qué permite pensar esto si subyugamos los abusos como una cuestión que atañe solamente a las mujeres? ¿acaso los varones no deben repensar ciertas cuestiones sobre su masculinidad en relación a los abusos? ¿y qué efectos tiene para lxs espectadorxs que se ilustren las problemáticas de género como tópicos que conciernen sólo a las mujeres?


No se muestra aquí posibilidad de conciliación o alianza con sus pares varones. Dentro del movimiento feminista hace años se reflexiona acerca de masculinidades alternativas o nuevas masculinidades; mostrar una imposibilidad de vínculos armónicos entre compañerxs hombres y mujeres, no parece un panorama alentador para las futuras generaciones de militantes. Esa banalización o esencialización tuvo intenciones de subvertirse en la primera temporada, pero queda reducida a cero en la segunda.


Se lleva así al título de la serie a su sentido más literal: la segunda temporada es un manual de educación sexual. Didáctica y superficialmente, una vez que la Dra. Jean Milburn ingresa a la escuela va paseando a la ligera entre los distintos asuntos que competen a la sexualidad. Decimos didáctica en tanto maestra ciruela, en tanto bajada de línea. Y, para ser una serie que pasa a lo “check list” por los distintos temas de la sexualidad, es llamativo el brillo de la ausencia de figuraciones de identidades travestis o trans.


Sin embargo, hay aciertos en esta temporada. Y hay - sobre todo - buenas intenciones. Pero no nos conformamos con buenas intenciones. Cuando hablamos de hacer contenido con perspectiva de género no hablamos de ir acomodando lugarcitos como si fuera un tetris: "hay que hablar del fetichismo"; "hay que hablar de la bisexualidad"; "hay que hablar de la discapacidad", "hay que hablar de la masturbación compulsiva". Hablamos de una perspectiva en tanto punto de vista, en tanto mirada situada políticamente para crear universos que superen a la vida cotidiana, que le muestren a lxs consumidorxs que otras opciones contra canónicas de habitar el mundo son posibles.



Ficha técnica: Sex Education


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