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Nayla Vera

Spencer: Amor, sorpresas y risas

No estamos frente a un cuento de hadas, al menos no en el sentido romántico. Hay una princesa y un castillo, pero ésta no se enfrenta a un monstruo sino a varios y de múltiples formas. El concepto de “la chica del final” popularizado en los thrillers de los años 80 hace eco en Diana.


La familia real pasa la navidad, como es la tradición, en el castillo de Sandringham. En apariencia son las mismas personas, esquemas y costumbres, pero una de las piezas da vuelta la historia. La princesa Diana atraviesa una crisis personal y emocional que se mezcla con sus conflictos matrimoniales. No será un fin de semana como otros.

Un cielo de mármol se posa sobre la residencia real, mientras que la niebla rodea los dominios como fantasmas enormes merodeando en el bosque. Pese a que el verde y rojo navideños predominan, es una paleta apagada y melancólica, sin esperanza. La luz solo proviene del palacio, que brilla como iluminando una catacumba. Solo así entendemos el encierro de Diana: todo es artificio, oscuridad y silencio.


Lejos de un clima festivo, los personajes parecen más bien refugiados en un búnker. Un letrero en la cocina reza “No hagas ruido, ellos pueden oírte”. Las tradiciones son atemporales y en el castillo todos, incluso el personal, se encuentran presos de la tradición. Cuando los hijos de Diana, Henry y William interrogan a su madre respecto a la navidad y por qué ellos la festejan diferente que el resto, ella les responde que “El tiempo en este lugar es tiempo. No hay pasado, presente ni futuro”. Están envueltos en una repetición marcada por el estatus monárquico/familiar del que cada vez Diana es más consciente y desprecia, en consecuencia aumenta en ella una sensación perpetua de vulnerabilidad y acorralamiento. Por su parte, el espectador es receptor de una atmósfera tensa y asfixiante como un corsé cada vez más rígido.

Pablo Larraín introduce los trastornos alimenticios de Diana valiéndose de la costumbre real de pesar a todos los invitados reales una vez que ingresan al castillo, ya que se espera que aumenten de peso demostrando que disfrutaron el festín navideño. Diana se enfrenta a la fría y sincera balanza, con una mirada y en un tono histérico repite una y otra vez que eso es divertido, tratando de creérselo.


Es evidente como los detalles de la película le dan personalidad a la misma y cuestionan, como lo hace la protagonista, los lugares que ocupan los monarcas. La figura del faisán aparece numerosas veces, y en cierto momento, respecto a la cacería un cocinero menciona que no hay que sentir lástima por ellos, ya que fueron criados para ser bellos y matarlos. A Diana este comentario no le pasa desapercibido, constantemente se siente interpelada por las aves y su posibilidad de despegar.

La película destaca el collar de perlas de Diana y por varias razones. Las perlas son sinónimo de nobleza, estatus y unifican. En diferentes momentos Diana quiere regalarlas, romperlas o incluso comerlas, ya que el estatus es una carga incompatible para ella. Por otro lado, tampoco soporta ser igual al resto si es en pos de olvidarse de sí misma. No quiere ser como ellos, quiere ser esa chica soñadora que en algún momento fue. Pero la participación de ese accesorio elegante es mayor si se tiene en cuenta que se usa como conductor inteligente que desencadena las visiones o paralelismos entre Diana y la reina Ana Bolena. De esta forma se introduce el tema de la infidelidad, como una herencia maldita y terminal, que pone en estado de alerta a Diana cuando nota que la difunta reina llevaba unas perlas muy parecidas y fue culpada, entre otras cosas, de infidelidad y traición, aunque su marido había sido infiel. Diana ve las perlas en su cuello, y sabe que la amante del príncipe Carlos lleva unas iguales. Entre la princesa Diana y la difunta reina surge una conexión especial y empática que será de gran relevancia en la historia.


Al hablar del final, la mejor forma de hacerlo y lo que lleva a recomendar la obra de Pablo Larraín, es que parece entender la mente de Diana al punto de saber lo que necesitaba. No eran patologías ni medicinas. Sino, ir por aquello que rompa con la costumbre y rutina… En definitiva, las posibilidades.


Maggie, amiga y vestuarista de Diana, es el elemento que mejor resume esto. Sentadas las dos en la playa le dice que ella no necesita médicos ni parecerse a "ellos", solo "amor, sorpresas y risas". Finalmente, la música, factor clave durante todo el film, al principio es dramática y envolvente y en el final cambia de tono como Diana de sonrisa. Un auto a toda velocidad y “All I need is a miracle” de Mike and the Mechanics es como un susurro que flota sobre una neblina dispersa frente al horizonte soleado y brillante.


Ficha técnica-artística:

  • Título Original: Spencer.

  • Dirección: Pablo Larraín.

  • Reparto: Kristen Stewart, Timothy Spall, Sally Hawkins, Jack Nielen, Freddie Spry, Jack Farthing, Sean Harris, Stella Gonet.

  • Guión: Steven Knight.

  • Producción: Maren Ade, Jonas Dornbach, Janine Jackowski, Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín, Ole Nicolaisen, Andrew Hevia, Paul Webster.

  • Música: Jonny Greenwood.

  • Maquillaje y Peinado: Wakana Yoshihara, Annett Schulze, Stefan Musch, Stacey Panepinto.

  • Fotografía: Claire Mathon.

  • Edición: Sebastián Sepúlveda.

  • Vestuario: Jacqueline Durran, Anna Lam.

  • País: Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Chile.

  • Año: 2021.

  • Género: Histórico, Drama psicológico.

  • Duración: 117 minutos.

  • Idioma: Inglés.

  • Productora: Komplizen Film, Fabula, Shoebox Films, FilmNation Entertainment.


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