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Una carta a la memoria

Actualizado: 3 ene 2020

Irene Blei ilustra en su corto, ganador del Premio CINE.AR, a la joven de 17 años, Leticia Veraldi, desaparecida por la última dictadura militar el 4 de julio de 1977.


Un patio sin risas, escritorios vacíos, viajes hacia el abandono de lo conocido. Acuarelas que reconstruyen vestigios de documentos, vestigios de recuerdos, de una noche del 11 de agosto de 1976, en Cipolletti, Argentina. Una carta de Leticia es un corto sobre un pedacito de memoria de la dictadura militar, animado por Irene Blei, cineasta argentina, docente, fundadora de la Primera Escuela de Cine Infantil y Juvenil, Taller de Cine “El Mate” y escritora del libro sobre animación Canadá cuadro a cuadro.


Irene cuenta que Leticia Veraldi, compañera del Colegio Nacional de Vicente López, en Buenos Aires, cursaba su cuarto año de la secundaria en 1976, en plena dictadura militar. Ese año, ante las desapariciones de algunos de sus compañeros, sus padres decidieron protegerla y se mudaron a la ciudad de Cipolletti, Río Negro, a 1200 km de distancia. Al tiempo de su mudanza, Leticia mantuvo correspondencia por cartas con sus compañeras del antiguo colegio. El 4 de julio de 1977, Leticia Andrea Veraldi, de 17 años, fue secuestrada por un grupo de tareas, que la interceptó en el trayecto del colegio Manuel Belgrano hacia su hogar. No se supo más de ella.





Este cortometraje pone en imágenes una de esas cartas, y convierte las letras en un registro poético de la memoria. Con un ritmo calmo, se ilustra la luz de esperanza en la mirada de la joven, así como también su recóndita angustia. Cerca del final, la animación es acompañada por un registro fotográfico e informativo sobre la joven, un recuerdo de sus sueños y aspiraciones.

Una carta de Leticia se construye como un fragmento animado documental de uno de los momentos más terroríficos en Argentina. Se encuentra el valor testimonial de este corto bajo las ideas trabajadas por Claudia López Barros en el capítulo “Discursos en tensión: el documental animado” del libro Animación. Encuentros de lenguajes, géneros, figuras compilado por Mabel Tassara y Mónica Kirchheimer. Allí se desarrolla que, a pesar de que la animación no haya sido considerada como la más apropiada para dar cuenta de momentos históricos, este lenguaje también puede generar el efecto de “verdad” propio de los documentales.


Usualmente se recurre a las técnicas animadas en aquellos casos donde no se tiene la posibilidad de contar con el lenguaje fílmico o fotográfico. Sin embargo, también cuando se cuenta con este tipo de registros, la animación es una opción válida a la hora de testimoniar, desde una poética y estética menos cruda, con recursos como metáforas y metonimias, que apele no solamente a los conocimientos sobre los hechos, sino también a las emociones, tal cual lo hace Irene Blei en su cortometraje.


La memoria colectiva la construye la sociedad a partir de sus registros y producciones culturales, como la literatura y el cine. En épocas donde el correo en papel ya no es tan usual, y los mensajes se disuelven en un mar de información, el arte se realza como testimonio y refuerza la importancia de enviarle cartas a la memoria.


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