Por Marina Amestoy
“(…) Aún nos queda el amor:
esa doble moneda para poder pasar a uno y otro lado.
Haz que gire la piedra, que te traiga de nuevo la marea,
aunque sea un instante, nada más que un instante.
Ahora, cuando podrás mirar tan "fijamente el sol como la muerte",
no querrás apagarlo para mí ni querrás extraviarme detrás de los escombros,
por pequeña que sea mirada desde allá,
aún menos que una nuez, que una brizna de hierba, que unos granos de arena (…)”
Olga Orozco, En la brisa un momento, fragmento.
Mirar siempre es un acto que nos deslumbra, más aún cuando es arbitrado en su totalidad por la mirada de (un) otrx. Es, de esta manera, que nos asignamos a voluntad ser parte de un retrato que nos es extraño y fascinante (por su condición de ajeno) y en Las oceánicas, pieza teatral escrita por Lucila Rubinstein y dirigida por Manuela Méndez, esa efigie impacta, directamente, en nuestra presencia y esencia.
Milne y Muriel: la quimérica contingencia de ser dos (y una)
Un cuarto de hotel, la noche, ellas, un diálogo incesante que brinca, salta, corre, explora y termina (en)callando. Ambas parecen ser la voz, imagen y silencio de un cuerpo que, en la fotografía, arrancada a los cincuenta minutos que tiene la obra de duración, descubre que siempre hay un otrx aunque el deseo por ser sea el mismo. El diálogo es un continuo ida y vuelta de palabras que se enredan, ordenan, rompen fila y encuentran, en ese juego dialéctico, la forma poética de preguntarse el cómo de los años, el qué de la existencia, el por qué del crecer.
A medida que el relato avanza, también lo hace el nuestro (interno), con un tiempo que no logramos desacelerar para poder entender, claramente, cómo es que hemos sido aprehendidxs, sin advertirlo, por la poesía en boca de dos (y una), así como las circunstancias que dan luz a su efímero, aunque fulminante, encuentro.
Dos, una y él: la colisión con otra voz (y cuerpo)
“Como quien dice: anhelo, vivo, amo, inventemos palabras,
nuevas luces y juegos, nuevas noches que se plieguen
a las nuevas palabras.
(…) Como quien dice: nazco, duermo, río, inventemos la vida
nuevamente”.
Susana Thénon, Fundación, fragmento.
¿Hay una segunda parte en una narración que se supone infatigable? Si acaso la hubiese, el arribo de un él podría llegar a serlo. El número tres, se vuelve dos, más nunca uno. Y es con la llegada de Guillermo que, dado su contraste en tanto tono, poética y estilo, e inclusive a pesar de la fugacidad del espacio y el tiempo, el relato se despliega raudamente. Otro juego más de palabras, preguntas y verdades que lxs dejan a la intemperie. Deseamos crecer (¿qué es el deseo?), buscamos libertad (¿lo hacemos?), nos da miedo el amor (pero amamos; amamos, siempre).
Las oceánicas podría tratarse, en definitiva, de patrones que, puntuados por la mirada (punzante) y la pregunta por la materia moviente, se ancla en un vínculo de amistad y/o sexo-afectivo, para aseverar que la poesía es un objeto excéntrico y usual, tan absurdo como necesario, que sabe volverse mar, estertor, brújula y, sobre todo, respuesta ante cada pregunta que se hacen sus extraordinarixs actores, Delfina Colombo, Stephanie Troiano, Fabián Carrasco y, junto con ellxs, nosotrxs… a nosotrxs mismos.
Funciones presenciales: Viernes, 22 hs. Teatro Cultural Morán (Pedro Morán 2147). Reservas en https://www.passline.com/sitio-evento/las-oceanicas-teatro
Ficha técnica-artística:
Dirección: Manuela Mendez
Reparto: Delfina Colombo, Stephanie Troiano, Fabián Carrasco
Dramaturgia: Lucila Rubinstein
Asistencia: Naiquén Aranda
Diseño de iluminación: Jessica Tortul
Diseño espacial y de vestuario: Martina Nosetto
Ilustración: Laura Carrasco
Duración: 50 minutos
Diseño gráfico: Clara Colombo
Producción general: Las Martas
Prensa: Valeria Franchi
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