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Foto del escritorRevista Varda

Yo solo tengo ojos para mi torero

Por Gabriela Gioia


Basada en la novela de Pedro Lemebel, el director Rodrigo Sepúlveda hila romance, clandestinidad y revolución, en plena dictadura militar en Chile.


Tengo miedo torero se hizo esperar casi 20 años desde que el mismo Pedro Lemebel, que había cedido los derechos de su novela gratuitamente, charló la posibilidad de llevar al cine su novela con Rodrigo Sepúlveda y hasta eligió a Alfredo Castro para el papel de la Loca del Frente. Y así entre idas y vueltas, más que nada por cuestiones de financiamientos y desacuerdos entre director y autor, cinco años después de la muerte de Lemebel, se pudo preestrenar en septiembre del 2020 de manera online en Chile. La película alcanzó casi 200 mil espectadores entre detractores del mundo LGBT, cinéfilos apasionados, curiosos y el séquito de Lemebel, dando así una nueva expectativa al cine chileno como ocurrió con El príncipe, de Sebastián Muñoz, también protagonizada por Alfredo Castro en 2019.


La Loca del Frente, interpretada por Alfredo Castro, durante la dictadura de Augusto Pinochet en 1986, vive sola en una casa destruida después del gran terremoto en Santiago. Ella es una travesti de más de 40 años que trabaja bordando manteles a esposas de militares, metida para sus adentros lejos de la realidad de las calles. Una noche durante una redada en un club es salvada por Carlos (Leonardo Ortizgris), un joven estudiante de arquitectura, que la ayudará a salir ilesa de esas calles llenas de carabineros.



Pero ese cruce de destinos tendrá una razón y empezará una nueva amistad, que se mantendrá por una seducción lejana por parte de Carlos, que le pide un favor: guardarle unas cajas en su casa. De a poco la relación se va convirtiendo en un amor platónico para ella, perdida en el hablar misterioso de su príncipe mexicano, Manuel Rodriguez, que es parte del Frente Patriótico, involucrándose así en situaciones adversas.


La fotografía, con tonalidades verdes y marrones, hacen sentir realmente el polvo en esos escombros, de un Santiago que se recupera de un terremoto, así como también la casa de La Loca y las calles en medio de una dictadura. Pero a veces se deja ver el recurso y se siente lo teatral: las entradas y salidas de escenarios que achatan el imaginario del contexto en que se arma esta historia. En los pasajes de lo literario a lo cinematográfico muchas veces se pierden detalles que hacen al imaginario del autor, así como también al del lector que proyecta lugares, rostros y hasta personajes completos en su cabeza.


El guión omite detalles y paralelismos de la relación de Pinochet con la primera dama. Y de sus comentarios irónicos que hablan mucho del pensamiento recalcitrante de derecha y que contrastan y realzan a la de La loca, Carlos y el Frente Patriótico de izquierda. Pero en el film se recortan partes de la trama que hacen a esta historia no solo una de romance y pierde el tinte político que el autor astutamente expone en su novela.



Lemebel con su prosa provocadora kitsch y activista, o como dice él “silicona”, no pierde tiempo en detallar desde una historia de desamor la realidad de su país. Esa misma que La loca acalla con sus boleros, con su música vivaz, que pareciera perder su sentido en la película, montando escenas musicales como si fueran salidas de un show televisivo de los 80. Esas letras que se pierden, enmudecen la voz de La Loca hablando de sus amores. Porque ella no tiene amigos, solo tiene amores.


Otra cuestión para destacar, retomando las diferencias con la novela, es el concepto mismo del Frente Patriótico, ya que no solo va perdiendo fuerza, si no que en parte como convenio de producción con México y Argentina, la nacionalidad de Carlos es cambiada, desperdiciando esos momentos donde él y La loca se ven unidos por su clase social. Al igual pasa con el papel de Laura, interpretada por la actriz argentina Julieta Zylberberg.


Terminando con un trazado rápido de las diferencias autorales, es pertinente detenerse en algo que hace ruido, y bastante, en el cine actual. La figura del “mariposon” atribuida a un caminar exagerado, movimiento rápido de manos y un afinamiento grosero de la voz refleja una mirada heterosexual en la voz de un icono LGBT. Sabemos que Lebemel pidió explícitamente por Alfredo Castro, que si logramos abstraernos y no caer en lo políticamente correcto, hace una actuación impecable, no solo con sus movimientos, sino con sus miradas y risas puntiagudas. Y si algo resalta notablemente es su actuación, que cautiva y eclipsa al resto del elenco.


Entendemos que la actuación es la representación de otros cuerpos, pero no hay que regirse por conceptos anticuados para el cine LGBT de hoy, como pasa en los papeles de las amigas de La Loca. Y parafraseando a la Loca del Frente:


“Si algún día haces una película que incluya a las locas interpretando su papel y no usando hombres cis, avísanos. Ahí vamos a estar el público LGBT, en primera fila”.



Ficha técnica-artística: Tengo miedo torero

  • Dirección: Rodrigo Sepúlveda

  • Reparto: Alfredo Castro, Leonardo Ortizgris, Julieta Zylberberg, Amparo Noguera, Luis Gnecco, Sergio Hernández, Ezequiel Diaz, Daniel Antivilo, Marcelo Alonso, Pedro Fontaine

  • Guión: Rodrigo Sepúlveda, Juan Elías Tovar

  • Basada en: Tengo miedo torero de Pedro Lemebel

  • Música : Pedro Aznar

  • País: Chile

  • Año: 2020

  • Género: Drama

  • Duración: 93 minutos

  • Idioma: Español

  • Producción: Coproducción Chile-Argentina-México

  • Productora: Forastero, Tornado, Caponeto, Zapik Films


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